A partir de la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones, se puso en marcha una fórmula que ha prometido la concreción de la elusiva competencia efectiva. En parte para reducir la excesiva concentración en el mercado convergente, se introdujo la noción de la preponderancia. A este nuevo vocablo en el diccionario regulatorio se le acompañó, en marzo del 2014, de la definición de un operador preponderante en el sector de telecomunicaciones (Telmex-Telcel) y uno en el de radiodifusión (Televisa), al contar estos jugadores con una participación de mercado superior a 50%, medida en diversas métricas.
Cabe aquí hacer un alto para revisar los avances en esta materia.
En el caso de las telecomunicaciones móviles, resulta que, a dos años de la entrada en vigor de esta herramienta normativa, no existe evidencia de un avance significativo en las métricas de competencia. Hacia finales del año pasado, el operador preponderante continuó registrando una participación de mercado en la vecindad de 70%, prácticamente el mismo nivel reportado desde hace un lustro. Este nivel resulta en nivel de concentración de 0.54 puntos, medido con base en el Índice de Herfindahl-Hirschman (IHH), que se interpreta en términos de un mercado altamente concentrado.
Sin duda contamos con una reforma y su ley, que representan un paso importante en la construcción de la política regulatoria del sector. Sin embargo, los avances tan escasos en el rebalanceo de la concentración del mercado dan pauta a considerar que es conveniente enfatizar la aplicación efectiva de las medidas asimétricas al operador preponderante, tales como la compartición de infraestructura y la desagregación efectiva de su red, entre otras, para renivelar el terreno competitivo entre operadores.
Lo anterior no debe ser confundido con eventos de mercado derivados del impulso de los operadores competidores, con sus inversiones y esfuerzos comerciales, que se han traducido en importantes descensos de precios en servicios de telecomunicaciones, la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) favorecida por la externalidad positiva que nos representa la caótica situación macroeconómica de la zona más austral de continente, entre otros. Éstos, insisto, no deben ser confundidos con un entorno de competencia efectiva.
Es así que, a partir de la entrada en vigor de la fórmula de preponderancia, no podemos dar cuenta de ganancia en competencia. Acaso algo ínfimo. Esto nos induce a preguntarnos: ¿cuánto tiempo tomará para que el operador preponderante deje de serlo y se genere un ecosistema verdaderamente competitivo?
Al proyectar los resultados reportados en estos dos años, resulta que de mantenerse el ritmo de aplicación de las medidas asimétricas, tomará 42 años para que América Móvil logre en el segmento móvil romper a la baja la barrera de participación de mercado de 50 por ciento.
Es decir, que de seguir como vamos, abandonaría la preponderancia en el distante año de 2058.
Este escenario puede y debe ser modificado con la aplicación cabal de las medidas estipuladas en el marco regulatorio vigente. No hacerlo así, resultará en longevidad de la figura de la preponderancia y con ello, de las cuantiosas pérdidas que seguirían registrando los usuarios de telecomunicaciones en México.
Inevitable evocar la frase del economista británico John Maynard Keynes, cuando en 1923 dijo que “en el largo plazo, estamos todos muertos”.