Es común que en cualquier país con niveles aceptables de seguridad pública, el uso de tecnologías de información sea masivo y generalizado. Aunado a esto, en esos países la confiabilidad en las bases de datos que contienen la información de la ciudadanía, permite reconocer prácticamente a cualquier persona, ya sea por medios fotográficos, dactilares o por el DNA. Los vehículos tienen un registro que permite detectar al propietario. Las placas de los vehículos son inteligentes y permiten registrar inclusive las carreteras por las que circuló dicho vehículo.
En estos días en los que la inseguridad pública ha llegado a extremos inauditos, sugiero reflexionemos y pongamos en uso las facilidades que aportan las cámaras fotográficas y de película, las cuales son sustancialmente más baratas que pretender seguir creciendo a los cuerpos policiacos. A continuación algunas ideas:
En el Distrito Federal apenas ha empezado a detectarse el uso de las cámaras en calles importantes para vigilar el tránsito de vehículos y de personas. Me parece que los resultados de este programa han sido muy exitosos, pues en las noticias, cada vez es más común el que los delincuentes sean filmados, lo que les reduce drásticamente la posibilidad de evadirse una vez capturados. Recordemos el reciente caso de las bombas puestas en la ciudad de México, en el que fueron identificados los perpetradores a través de cámaras de seguridad.
Con las redes de telecomunicaciones presentes en las ciudades del país, la inversión no debe ser tan grande para que se conecten cámaras en todas partes: calles, transporte público, edificios, etcétera, las cuales a su vez, tendrían que ser conectadas a redes de datos que permitan que la policía supervise en tiempo real todo lo que sucede en la ciudad. El éxito de este mecanismo puede ser medido en ciudades capitales como Londres, donde si uno observa cuidadosamente, es fácil detectar cámaras donde sea y su seguridad pública es bastante aceptable a pesar de ser una ciudad cosmopolita con grandes diferencias sociales y étnicas.
En estas condiciones, la inclusión de un programa agresivo de “camarización” de las ciudades es imperioso. Si el uso de la fotografía es un mecanismo exitoso en el mundo tanto para fines disuasorios, como para la efectiva persecución de los delincuentes, los ciudadanos estaríamos muy satisfechos que nuestras contribuciones puedan ser materializadas en bienes que inmediatamente arrojarían resultados en nuestras tan atribuladas ciudades. Las redes de telecomunicaciones ya están presentes en las ciudades, por lo que las inversiones necesarias para implantar un mecanismo de control de este tipo no deben ser onerosas.
Cierro esta contribución informando que el Instituto de Derecho de las Telecomunicaciones ha nombrado al licenciado Iván Ruíz como su nuevo presidente. Enhorabuena.
Joaquín Álvarez del Castillo – Instituto de Derecho de las Telecomunicaciones