Gerardo Flores Ramírez | El Economista | 17 Agosto 2015
La volatilidad que ha experimentado el entorno económico mundial en los meses recientes, particularmente a raíz de la caída de los precios del petróleo y el cada vez más cercano fin de la política monetaria implementada por la Reserva Federal en Estados Unidos a partir de la crisis del 2008, que se traducirá en un aumento en la tasa de los fondos federales en ese país, que hoy se ubica cercana a 0%, se ha incrementado en forma notoria a partir del pasado 10 de agosto, cuando el gobierno de China sorprendió a los mercados anunciando una devaluación de la moneda de ese país, el renminbi, o yuan, como también se le conoce, en cerca de 2 por ciento.
Aunque es un movimiento que diversos economistas habían sugerido desde hace tiempo, la medida adoptada por el gobierno chino sin duda sorprendió a los mercados e inquietó a muchos inversionistas, al grado que ocasionó movimientos negativos fuertes en diversos mercados bursátiles. Entre otras razones, porque en los trimestres recientes la economía china ha visto disminuir la tasa de crecimiento de sus exportaciones y la tasa de crecimiento de la economía, o al menos, hay indicios de que esto último está ocurriendo.
Sucede que el gobierno de China tiene una especie de obsesión con que la economía experimente tasas de crecimiento de 7%, pero de acuerdo con datos sobre el comportamiento de sectores representativos de la economía de ese gigante asiático que van de la generación de energía eléctrica a la venta de coches, hay quienes estiman que la tasa de crecimiento está en realidad en alrededor de 5 por ciento.
Esta disminución en el ímpetu de la economía china se refleja a la vez en que para el primer semestre del presente año, se estima que la economía mundial creció a una tasa de apenas 2 por ciento. Lo anterior obedece al hecho de que en lo que va de la presente década, la economía china explica una tercera parte de la tasa de crecimiento de la economía mundial, mientras que la economía de Estados Unidos ya contribuye con un factor cercano a 17%, lo que significa que este último contribuye con la mitad aproximadamente de lo que contribuye China a la expansión de la economía mundial.
Un panorama con la economía de China creciendo a ritmos menores a 7% anual ha despertado temores fundados sobre la cercanía de una nueva recesión global. Por ejemplo, las llamadas economías emergentes están creciendo por primera vez por debajo del ritmo de expansión de las economías desarrolladas, algo que no se había observado desde finales de los 90.
El panorama no muy alentador en torno a la economía china, y las pocas probabilidades de que la economía de Estados Unidos logre crecer a una tasa mayor a 2.5% en los próximos trimestres, factores que combinados con la estadística macroeconómica internacional que nos indican que en promedio, cada ocho años la economía mundial entra en un período recesivo, acrecientan el temor de que posiblemente estemos por entrar en una etapa de recesión global made in China.
Este panorama es lo que explica en gran medida las presiones sobre el peso mexicano, que a pesar de lo que señalan los agoreros del fracaso, ha sido, junto con el peso chileno, la moneda latinoamericana menos afectada en lo que va del año.
*El autor es senador de la República.