Vía El Economista por Gerardo Flores
He escuchado y leído muchas opiniones sobre los nuevos libros de texto gratuitos que el gobierno del presidente López Obrador elaboró -de la misma forma que ha decidido emprender la mayor parte de sus proyectos- sin seguir los procedimientos previstos en el marco legal y reglamentario al que se deben apegar las autoridades cuando pretenden instrumentar una política o tarea, desarrollar un proyecto de infraestructura u obra pública, o incluso, como hemos visto en el caso del Congreso dominado por los partidos afines a la actual administración, sin cuidar o cumplir con los pasos formales que prevén las reglas.
Ahí está el caso del Tren Maya, cuyas obras se iniciaron sin haberse cumplido con el requisito de haber tramitado las autorizaciones que están previstas en la normatividad ambiental vigente en nuestro país. Otro ejemplo es la forma arbitraria bajo la que la Secretaría de Salud decidió eliminar o cancelar 35 normas oficiales. Para no ir más lejos, también está desde luego el caso de la refinería de Dos Bocas, que la Secretaría de Energía lleva a cabo a través de una empresa de Pemex que no rinde cuentas a los mexicanos, PTI Infraestructura de Desarrollo, porque no está sujeta a las mismas reglas de transparencia que los demás organismos públicos que forman parte del sector público de nuestro país, y cuyos trabajos de construcción iniciaron sin contar con un análisis costo-beneficio y sin la obligada Manifestación de Impacto Ambiental.
En el caso de los libros de texto gratuitos sabemos que se hicieron sin que las actuales autoridades hayan tenido el cuidado de involucrar a todos los actores y siguiendo los pasos que prevé el marco legal. Se hicieron al estilo 4T, alejados del escrutinio público. Por esa razón, más que por sus contenidos descuidados, es que un juzgado de primera instancia ya otorgó una suspensión definitiva en contra de la distribución de los libros.
Hasta ahora, las autoridades educativas no han sido capaces de poner a disposición de los mexicanos los documentos que acrediten que el modelo que se siguió para la construcción y organización de los contenidos es la mejor para el estado que guarda el nivel de aprendizaje en estos momentos de todas las niñas y niños de México. Así como tampoco que acredite que es el mejor enfoque para los retos educativos que enfrenta nuestro país frente al avance en esta materia que están logrando otros países.
Yo sí me he tomado la molestia de revisar varios de los libros que se elaboraron para los distintos grados escolares. Lo primero que sobresale es un desorden absoluto en la estructura de cada uno. La secuencia en la que se presentan los temas sigue una lógica extraña. Por ejemplo, asomarnos a los libros “Nuestros saberes: Libro para alumnos, maestros y familia. Quinto grado” y “Ética, naturaleza y sociedades. Primer grado de secundaria”, al revisar el índice de ambos, uno se queda con la sensación de que el índice del libro hecho para quinto grado de primaria es más complejo que el índice del libro de primero de secundaria, para empezar, por el tamaño de la letra, que es mucho más pequeño para el libro de primaria que para el caso del libro de secundaria.
Por otro lado, en el libro de quinto de primaria mencionado arriba, se presentan conceptos que desde mi óptica son o serán de difícil comprensión para niños de la edad correspondiente a ese grado escolar. Por ejemplo, en la página 120 del citado libro se presenta el concepto de “Ondas electromagnéticas”, sobre el que se explica lo siguiente: “Son las ondas generadas por la vibración de partículas con carga eléctrica; la energía producida viaja en forma de ondas con una frecuencia inversa a la frecuencia eléctrica.”
Podrán alegar lo que quieran los autores de estos libros, pero un niño de quinto grado de primaria no tiene en esos momentos los conocimientos suficientes para comprender la explicación que cito arriba. Es un ejemplo, pero así hay muchos. Estamos pues frente a un enfoque educativo cuyo eje principal es el desorden. Vaya futuro que nos espera.