Vía El Economista
En los días recientes el presidente López Obrador ha estado refiriéndose a asuntos relacionados con Pemex: el accidente en el complejo marino Nohoch-A; el desempeño de la empresa productiva del estado en vólumenes de producción de crudo; la deuda de Pemex; y el tamaño de la mancha en el mar provocada por el derrame que Pemex reporta se originó en la red de ductos de los campos Ek Balam; principalmente.
Al hablar de cada uno de estos temas, el presidente minimiza la crisis o deficiente gestión en la empresa petrolera, o bien, lo sobredimensiona, según sea el asunto al que se esté refiriendo desde luego.
En el caso del incendio en el complejo Nohoch-A, el pasado viernes 21 del presente, el presidente insinuó que el accidente se habría originado por la falta de profesionalismo de los trabajadores de la empresa contratista, en este caso, la empresa Cotemar. Sobre el tema dijo de manera específica: “…tienen que ver mucho estos accidentes con fallas, descuidos, falta de profesionalismo, porque hay veces que mandan los trabajadores a hacer labores en las plataformas y, hay fugas, y como sucedió en esta última ocasión los ponen a trabajar y hay una fuga, y se infiere de que esto fue lo que produjo el incendio…”.
Se trata de un señalamiento aventurado, que busca exonerar a los funcionarios de Pemex de los errores que se podrían haber cometido en la gestión de los trabajos de mantenimiento que Cotemar llevaba a cabo en Nohoch-A. Es inaceptable creer que los trabajos de la empresa contratista se llevaban a cabo sin la debida supervisión de Pemex, como si los trabajadores de Cotemar llegaran como piratas a la plataforma marina y se apoderaran de ella, y Pemex y sus técnicos fueran hechos a un lado. Por supuesto que eso no ocurre. El control de cualquiera de estas instalaciones, particularmente como las de Nohoch-A, siempre permanece en manos de Pemex, sus técnicos y directivos. Cualquier eventual fuga debió ser detectada oportunamente por empleados de Pemex y se debió proceder a suspender los trabajos de mantenimiento, en todo caso el descuido fue de Pemex.
Luego, la reacción del presidente ante los reportes sobre el tamaño de una mancha de aceite detectada en el Golfo de México, de alrededor de 400 Kilómetros cuadrados, ha sido simplemente la descalificación. En la mañanera de ayer, aseveró que la mancha producida por el derrame es mínima, que incluso ya está disuelta. Para él y los directivos de Pemex, el problema de la mancha y la contaminación que evidentemente producirá en los ecosistemas marinos del Golfo de México, no existe. La estrategia es clara, usar el aparato de propaganda del gobierno para insistir en que el problema es imaginario. Que es un invento de la derecha. Su problema es que la ciencia no miente, y eventualmente la retórica no les servirá para seguir desmintiendo el evidente problema del derrame y sus efectos.
Cuando se refiere al desempeño productivo de Pemex, el presidente sobredimensiona los resultados. Omite señalar que cuando inició su administración, él y Pemex prometieron cerrar el 2024 con un volumen de producción cercana a los 2.7 millones de barriles diarios. Así lo expresaron claramente en el primer Plan de Negocios de la petrolera que se dio a conocer en 2019. La producción hoy anda cerca a 1 millón 850 mil barriles diarios, y seguramente se estacará varios meses por los problemas que ocasionó el accidente de Nohoch-A. Dificilmente alcanzarán los 2 millones de barriles diarios en 2024.
Finalmente, si bien la deuda de Pemex medida en dólares ha disminuido, en gran parte por las aportaciones del gobierno federal, sus pasivos han crecido de manera importante, de 175 mil 753 millones de dólares al cierre de 2018, se incrementaron a 204 millones 888 millones de dólares al cierre de 2022. A los proveedores se les debe hoy el doble de lo que se les debía en diciembre de 2018.
Así que lo que se ve en Pemex es un gestión pobre y a un presidente presumiendo desempeños que deberían preocupar. En suma, lo que ven en Palacio es una realidad alterna.
*El autor es economista.
