La imagen del Papa Francisco vistiendo un abrigo moderno, del mismo color que la tradicional indumentaria papal, inundó las redes sociales el pasado fin de semana porque tal como ocurre hoy en día con muchas imágenes que se propagan vertiginosamente a través de las distintas plataformas digitales que hoy son de uso cotidiano, poca gente se toma la molestia de revisar o verificar que tales imágenes sean reales o genuinas.
Ya se sabe que esa imagen del Papa fue generada por un trabajador de la construcción de Chicago, quien según sus dichos, sin mayor malicia pero bajo los efectos de hongos alucinógenos consideró que era divertido crear una imagen del Papa con un abrigo “divertido”, con el apoyo del programa creado por el laboratorio MidJourney, especializado en Inteligencia Artificial (AI por sus siglas en inglés), que bautizó su sistema generador de imágenes con AI con el mismo nombre.
Algo similar ocurrió con las fotos que el periodista británico Eliot Higgins, del sitio especializado en investigaciones periodísticas de fuentes abiertas, Bellingcat, cuando el lunes de la semana pasada, el 20 de marzo, utilizando también el programa MidJourney, generó 50 imágenes de Donald Trump supuestamente siendo arrestado frente a su familia y de su vida como preso. Estas imágenes también causaron revuelo y más de uno se fue en banda engañado por la muy poderosa similitud con la realidad. En el caso de Higgins, su motivación fue simplemente imaginar cómo sería el hipotético arresto del ex presidente norteamericano del que tanto se hablaba en esos días. Apenas dos días después de que subió sus imágenes a su cuenta de Twitter, su publicación ya había sido vista por 5 millones de usuarios, y para ayer en la noche, ya alcanzaba 6.1 millones de vistas.
MidJourney se basa en un concepto denominado “texto to image”, es decir, a partir de una instrucción escrita que uno como usuario provee a esta plataforma, se generan diferentes variantes de una imagen que cumple con las características solicitadas, así que es relativamente fácil utilizar esta herramienta para generar imágenes ficticias con un elevado grado de semejanza a la realidad tal que no es aventurado afirmar que resulta difícil que uno sea capaz de distinguir si se trata de una imagen real o una inventada.
Apenas el 31 de enero pasado escribí en este espacio sobre las bondades y los desafíos con otra herramienta que se basa en la Inteligencia Artificial, en aquel momento me referí a ChatGPT. Mencioné sus aspectos positivos, pero también destaqué su potencial uso para hacer trampa por parte de personas sin la suficiente madurez para convivir con herramientas de este tipo.
El caso de las imágenes inventadas con AI, que con apenas una semana de diferencia han provocado un importante revuelo internacional, pone de manifiesto que muy rápido estamos ingresando a una nueva etapa de la convivencia social, en la que los engaños visuales serán cada vez más comunes.
No me extrañaría nada que este tipo de imágenes empiecen a ser utilizadas como parte de campañas negras o campañas de desprestigio en la arena político-electoral o incluso en los mercados de consumo, para dañar la reputación de candidatas, candidatos o productos de consumo cotidiano, por citar solo algunos casos.
Resulta fascinante que la creatividad y el espíritu innovador del ser humano den pie al desarrollo de este tipo de herramientas, que seguramente producirán grandes contribuciones para mejorar la vida cotidiana de las personas. En el caso de los textos o imágenes generadas con el apoyo de la AI, resultará imperativo que nosotros como personas empecemos a desarrollar la capacidad para discernir cuándo estamos frente a algo real y cuándo frente a una deformación de la realidad, así como también que seamos capaces de crear las normas mínimas necesarias para permitir que estas poderosas herramientas se incrusten en la vida cotidiana de cualquier sociedad, de manera virtuosa.
Por lo pronto, para el caso de México hoy son una herramienta peligrosa que en manos de aquellos que solo buscan dividir a la sociedad, pueden producir mayor encono social que el que ya padecemos. Ojalá no caigamos en la trampa.