Vía El Sol de México
Los primeros días de septiembre están marcando el rumbo político del país, no sólo de aquí a la jornada electoral de 2024, sino para los próximos seis años. De entrada, con una antelación singular de una especie de “precampañas”, donde ya existen dos futuras candidatas a la presidencia de la república, una de parte del partido oficial y otra del frente opositor; sino que también, las formas de cómo han cambiado la presentación del informe y el valor característico que ha retomado el presupuesto de egresos, que justo hoy se presenta ante el Congreso.
Estos dos hechos, el político y el legal se presentan como una simbiosis al existir una asociación indisoluble donde para el partido oficial es importante lo que informe sobre que ha realizado el gobierno para poder continuar su proyecto; pero también, para la oposición es trascendental conocer qué estado guarda el país, para poder combatir y proponer un cambio.
Lo único que tenemos claro, es que, en México, “el estilo personal de gobernar” de cada gobierno le pone su sello, y en este sexenio no ha sido la excepción, un ejercicio de poder que busca confrontar y utiliza el modelo presidencialista añejo del “poder de bolsillo” para premiar o castigar mediante el presupuesto: beneficiar magnas obras o reducir el erario a los contrapesos.
A todo esto, es a los medios de comunicación -principalmente- los tradicionales (impresos, radio y televisión) los que se encargan de informar y opinar sobre lo que acontece, lo cual ha motivado que la prensa sea estigmatizada, sobre todo aquella que sea crítica o muestre la realidad, la situación es que, a partir de hoy, el endurecimiento gubernamental será mayor en la víspera de la elección de junio de 2024, donde naturalmente buscará retener el poder con su partido y aliados.
Para lograrlo, se acentuará el modelo de comunicación política -que ha resultado exitoso para este régimen- “las mañaneras”, los millones de spots que tendrán el partido oficial y sus aliados en unos meses, acompañado de un presupuesto enfocado a fortalecer los programas sociales -a su modo- y el apoyo de facto del aparato gubernamental.
En todo país que se considere democrático tiene que existir una prensa libre que se manifieste sin cortapisas y sin temor a la censura; y más, cuando se está en pleno proceso electoral como acontece desde ayer, donde se vendrán a sumar los criterios y normas que desde 2007 impusieron un modelo “soviético”.
Entonces, ¿cuál es el momento de la prensa? Muy especial ante un entorno enrarecido e incierto, donde requiere, en primer término, que tenga garantizada la libertad de expresión, cuyo objeto son los pensamientos, ideas y opiniones, lo cual incluye, obviamente, apreciaciones y juicios de valor; y el derecho a la información, que se refiere a la difusión de aquellos hechos considerados noticiosos. Ante un futuro que se percibe de enfrentamientos entre actores políticos, la prensa requiere respeto a su libertad y que en el futuro se mantenga.