16 de julio
Federico González Luna Bueno
El Financiero
Ni seis semanas habían pasado de haber sido aprobado por el pleno de la Cofetel, cuando ya se tenía una andanada de críticas en contra del Anteproyecto de Convenio Marco de Interconexión, poniendo en riesgo así uno de los instrumentos regulatorios más importantes de los últimos años.
Por ley, el anteproyecto fue turnado en junio pasado a la Comisión de Mejora Regulatoria para recibir comentarios de los interesados y su eventual publicación oficial posterior. Su elaboración llevó muchos meses de trabajo a través de un comité consultivo integrado por funcionarios de la Cofetel, concesionarios y especialistas, y en su resultado final pudo apreciarse que era un instrumento promotor de la competencia.
Como su nombre lo indica, esta regulación busca ser un marco de referencia obligatorio en la negociación y celebración de los convenios de interconexión entre los concesionarios de telecomunicaciones. Nada es más importante y al mismo tiempo complejo para las telecomunicaciones que la interconexión, figura indispensable ubicada en el corazón mismo del funcionamiento del sistema, que implica que un operador, por un precio, haga uso de la red de otro operador para poder terminar el tráfico de voz o datos que genera, o bien para intercambiar servicios entre sí.
La interconexión implica utilizar la red del competidor, lo que hace que en los convenios respectivos coexistan una parte que no desea o le interesa muy poco su celebración (el incumbente) con otra para la cual, sin la interconexión, simple y llanamente no podría existir. Se tensionan dos intereses opuestos: el de quien considera que la interconexión es un mal necesario y el de quien la considera un aspecto vital.
Esta evidente confrontación ocasiona en la práctica que el operador dominante imponga sus condiciones en aspectos operativos, financieros, técnicos, legales, etcétera. La resistencia del operador entrante o pequeño sólo podría tener una consecuencia: la cancelación de cualquier plan de negocios.
En México la interconexión se negocia con base en dos pilares fundamentales: una serie de principios mínimos establecidos en la Ley Federal de Telecomunicaciones, así como la regulación tarifaria aplicable por la Cofetel, de acuerdo con el artículo 63 de la propia Ley. El esquema resultante queda muy desregulado y desequilibrado a favor del operador dominante, lo que ha ocasionado, por ejemplo, que los operadores solicitantes tengan que pagar por recursos y servicios que no requieren o deficientes, que la interconexión no resulte tecnológicamente neutral o incluso desconozca avances tecnológicos evidentes (incorporados en los convenios con redes extranjeras).
Si observamos las mejores prácticas internacionales encontraremos una serie de regulaciones dirigidas específicamente a los grandes operadores que limitan su poder dominante, una regulación detallada de las condiciones que podrán pactar en la interconexión; transparencia y publicidad de los convenios.
Como en México carecemos casi por completo de tal regulación específica, se hizo necesario crear la figura del Convenio Marco de Interconexión, prevista en el Acuerdo de Convergencia de octubre de 2006, cuya aceptación por parte de Telmex se estableció además como un requisito indispensable para que pudiera prestar servicios de televisión de paga.
Muchas de las críticas al Anteproyecto recogen las preocupaciones del incumbente, al considerarlo ilegal, innecesario (pues todo funciona a las mil maravillas), que desincentiva la inversión en el sector, que no hay certeza de sus resultados, que sobrerregula, que genera incertidumbre o que desconoce las inversiones necesarias para darle cumplimiento.
En realidad, el Anteproyecto se quedó corto. Ante la ausencia de una regulación específica al dominante, la ocasión es propicia para incorporar temas pendientes que de otra forma jamás podrán prosperar, como la desagregación de la última milla o la coubicación. Por debajo del Anteproyecto actual sólo queda el statu quo.