2019-04-30
En las últimas semanas he escrito en este espacio sobre el complejo panorama que tiene enfrente la economía mexicana para el presente año. Aquí he dado cuenta de los distintos ajustes que diversas instituciones han hecho sobre sus pronósticos previos con relación al desempeño de la economía mexicana para el presente año. Ahí están los recortes a la tasa de crecimiento estimada para el PIB de nuestro país por instituciones financieras privadas, como es el caso de Bank of America Merrill Lynch, Citibanamex, BBVA Bancomer, o bien públicas, como el Banco de México, a nivel doméstico o el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la CEPAL en el plano internacional, incluso por la propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Varios han sido los factores que han motivado que todos ellos hayan revisado a la baja su expectativa de crecimiento para la economía mexicana: la crisis de abasto de combustible con la que iniciamos el año que afectó de manera sostenida a regiones como el Bajío; el conflicto laboral que se padeció en Matamoros entre enero y marzo del presente año, auspiciado por actores vinculados a Morena, como el padre de la actual Secretaria del Trabajo; la interrupción del transporte de carga por ferrocarril desde y hacia el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán; una sensible disminución en la actividad del ramo de la construcción en diversas regiones del país, además de la incertidumbre que se ha transmitido a los inversionistas por decisiones como la absurda cancelación del aeropuerto internacional de la Ciudad de México en Texcoco, la cancelación de las rondas petroleras o la cancelación de las subastas eléctricas, y el inentendible empeño en proyectos que desde ahora se percibe que resultarán en extremo onerosos para los contribuyentes mexicanos, como es el caso de la refinería en Dos Bocas, el proyecto del Tren Maya o la construcción del aeropuerto de Santa Lucía.
Los reportes de finanzas públicas publicados por la SHCP para enero y febrero también han transmitido la percepción de cierta debilidad de la economía mexicana, pues en ambos meses se ha observado que los ingresos por concepto del Impuesto al Valor Agregado han estado por debajo de lo que la propia dependencia estimaba a principios de año. Lo mismo ha ocurrido con los ingresos petroleros.
Sumado a esto, he mencionado el difícil panorama a nivel internacional, pues las estimaciones de diversos bancos centrales y otras instituciones financieras, públicas y privadas, venían advirtiendo de manera consistente que la economía de Estados Unidos crecería este año apenas 2.0%, mientras que en el 2018 habría crecido prácticamente al 3.1%, al tiempo que también se ha venido señalando que las economías que conforman la Unión Europea también sufrirían de un anémico crecimiento en este 2019, menor al observado en el 2018. Lo mismo se ha estimado para el caso de China, economía que, si bien crecerá, se ha dicho que en este 2019 podría padecer el peor año en términos de crecimiento de los últimos 28 años.
Todo eso combinado perfilaba un muy complicado primer trimestre para la economía mexicana. Pues bien, parece que la administración del presidente López Obrador podrá gozar de un respiro, pues la economía de Estados Unidos sorprendió a todo mundo, pues, según el Departamento de Comercio de ese país, habría experimentado una tasa de crecimiento de 3.2%, un poco más del doble de lo que el Banco de la Reserva Federal de Nueva York había pronosticado apenas el pasado 19 de abril para el primer trimestre. Este sorpresivo desempeño representa un factor que podría atemperar la posible anemia de la economía mexicana para el mismo período.
Sin embargo, hay quienes apuntan que a pesar de la sorpresiva tasa de crecimiento, hay varios indicadores, como el consumo privado o la acumulación de inventarios, que ya anuncian una desaceleración del ritmo de crecimiento. Así que el impulso para México podría ser de corta duración. Habrá que estar atentos.