La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos de América no sólo ha puesto de cabeza el panorama de las relaciones diplomáticas y comerciales, también se empieza a reflejar en la prospectiva para el sector telecomunicaciones, el cual ha empezado a recibir con claridad los mensajes sobre la dirección que habrá de tomar la política regulatoria el órgano regulador de ese país, la FCC, particularmente por decisiones recientes adoptadas por el nuevo comisionado presidente de esa autoridad, Ajit Pai.
Éste ya era integrante del pleno de la FCC, como parte de la cuota de dos posiciones de comisionados que le correspondía al Partido Republicano en su calidad de minoría. Ahora que ese partido gobierna desde la Casa Blanca, le corresponden tres posiciones, además de encabezar la Presidencia de esa autoridad reguladora, cuestión que por decisión de Trump ya recayó en Ajit Pai.
Puede decirse que el sector telecomunicaciones vivió una época de gran expansión e innovación durante la administración del presidente Bill Clinton, durante la cual tomó forma el nuevo paradigma de competencia que hoy permea en el sector. De hecho, ese periodo corresponde con la apertura a la competencia en el sector telecomunicaciones en nuestro país. Posteriormente, durante la administración del presidente Bush, con una política regulatoria más relajada, más afín a los argumentos de los operadores tradicionales, el mercado de los Estados Unidos empezó a vivir una época de fusiones, que terminó por consolidar de manera importante el sector telecomunicaciones en aquel país. Fue un fenómeno que desafortunadamente se extendió al plano internacional.
Con la llegada del mandatario Obama inició un periodo de revisión, pues, después de ocho años de oscurantismo regulatorio, resultaba claro que el mercado de las telecomunicaciones americano estaba más consolidado, pero también más rezagado frente a lo que sí habían podido lograr otros países, principalmente los europeos. Ese retraso fue evidente particularmente en cuanto a la penetración, cobertura y uso de la banda ancha en Estados Unidos. Por ello, la FCC dio un impulso decidido a diversas medidas que tenían como propósito relanzar el sector telecomunicaciones mediante la innovación y mayor competencia. Es verdad que en materia de innovación se lograron grandes avances; sin embargo, respecto a la competencia debe decirse que las cosas siguieron esa aparentemente inevitable tendencia iniciada durante la administración Bush. Así, durante el periodo de Obama se registraron importantes fusiones, sobre todo por parte de los operadores más grandes adquiriendo operadores en segmentos en los que anteriormente no tenían presencia.
Con la nueva administración y sus decisiones para echar atrás medidas relacionadas con temas de neutralidad de red y otras que empoderaban a los consumidores así como la anunciada intención de Trump de reducir la “carga regulatoria”, es probable que se renueve ese entorno en el que cualquier nuevo operador u operador pequeño ven incrementadas las dificultades para poder competir. En el largo plazo ello significa malas noticias para los usuarios, sobre todo porque cada vez nos acercamos más al punto del que partimos, cuando fue necesario partir empresas e imponerles fuertes medidas para que otros pudieran competir.
El problema es que Estados Unidos es de manera inevitable un referente a nivel mundial en materia de regulación para el sector telecomunicaciones. En ese sentido, hago votos para que en México el Instituto Federal de Telecomunicaciones no sucumba ante la tentación o las presiones, sobre todo del operador más grande, el preponderante, para bajar la guardia en el plano regulatorio. Ya antes lo vivimos, cuando en forma paralela al enfoque regulatorio laxo durante la administración Bush en México la Cofetel bajó la guardia, lo que propició que desaparecieran o fueran reducidos al máximo diversos jugadores que competían fuerte al dominante. Los perjudicados fueron los usuarios.
*El autor es Senador de la República.
