La semana pasada fue el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), y ayer la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), quienes sin la menor autocrítica festejaron como si fueran propios los resultados de la reforma en telecomunicaciones. Ambos, convocaron a la prensa para vanagloriarse de la reducción de algunas tarifas, de la eliminación de la larga distancia, de la eliminación de algunas de las barreras a la competencia, de la regulación asimétrica impuesta al preponderante América Móvil, o de plano vanagloriarse de lo que no han hecho pero que esperan algún día poder hacer, como es construir la tan cacareada pero inexistente red compartida mayorista al estilo Ruanda.
Y es obvio, a los burócratas siempre les ha gustado hacer caravana con sombrero ajeno, pero un poco de pudor hubiera sido de buen gusto, sobre todo después de la vapuleada que los ciudadanos propinaron al partido en el poder hace poco más de una semana. ¿De verdad no se han dado cuenta de que no les creemos nada?
Y no me mal interpreten. No estoy negando lo resultados de la reforma en telecomunicaciones. Simplemente estoy diciendo que esos resultados no son consecuencia del trabajo del IFT ni de la SCT; es más, me atrevería a decir que esos resultados se han alcanzado a pesar del IFT y de la SCT.
Comenzaré por la SCT, porque la culpa no es suya sino de los panistas que queriendo hacer un negocio con la red compartida la injertaron en la Constitución al calor de las negociaciones del Pacto por México. En pocas palabras, le tocó bailar con la más fea por motivos fuera de su control y han tratado de hacer su mejor esfuerzo.
Caso distinto es el del IFT, que cacarea como propios los aciertos de la nueva Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, que son los que han tenido un efecto directo en la reducción de las tarifas al usuario y desatado una guerra de precios entre los concesionarios. Tal es el caso de la eliminación de la larga distancia, la obligación de los concesionarios para mantener el saldo en los planes de prepago, la eliminación del roaming nacional, la tarifa de interconexión cero para el preponderante y la prohibición del efecto club. Todo ello viene en la ley porque el IFT fue muy timorato para imponerlo a Telmex-Telcel cuando tuvo la oportunidad: por eso el poder legislativo tuvo que corregirle la plana.
No contento con esta muestra de firmeza por parte del Congreso de la Unión, el IFT se ha dedicado a descafeinar la regulación asimétrica impuesta por la ley. Ante la tarifa de interconexión cero para el preponderante, el IFT tiró casi en un 50% las tarifas que pueden cobrar sus competidores, en un afán por matar la asimetría; ante la obligación de compartir infraestructura, el IFT le permite a Telmex-Telcel fijar precios; ante la desagregación de la red local de Telmex, el IFT le autoriza tarifas a usuarios finales que son inferiores a las tarifas que cobra a los competidores. Exactamente igual que les autorizó tarifas “ilimitadas” pero que estaban limitadas a un número máximo de minutos.
Si usted tiene curiosidad, amable lector, le parecerá muy interesante leer lo que las empresas competidoras de Telmex-Telcel han manifestado en la consulta pública sobre la eficacia de las medidas asimétricas que les impuso el IFT. Aunque mañana termina el plazo y aún se esperan más, los comentarios que se han subido hasta este momento al portal del IFT no tienen desperdicio. No hay nada que no hayamos dicho en este espacio: Telmex-Telcel no cumplen, pero los detalles son muy interesantes. Quizá lo más preocupante es la constante queja sobre la falta de supervisión del IFT.
Ante una autoridad omisa, superficial, carente de autocrítica, que emite reportes en que expresamente dice que el preponderante cumple con todo y unos tribunales abiertamente sometidos, parece que los competidores y sus inversionistas deben buscar otras alternativas.