2022.01.31
Vía La Lista
La sociedad mundial está muy próxima a ser inteligente y lo será en su totalidad cuando la energía, los edificios, el transporte, la educación, el suministro de agua, la gestión de desechos y la seguridad física y cibernética estén asegurados.
Gracias a la tecnología, autos, teléfonos, hogares, edificios, campos, ropa y accesorios vestibles, todo, tiende hacia un ecosistema inteligente. En él convergen insumos como las telecomunicaciones y la energía, para el fortalecimiento del desarrollo económico y social de una humanidad hiperconectada.
Una sociedad inteligente está compuesta por tres pilares tecnológicos: la conectividad, los dispositivos inteligentes y la creación de software. A partir de ellos, los servicios públicos, las actividades económicas, la educación, la cultura, el estilo de vida, entre otros, se reacondicionan para establecer prioridades para la implementación de una estrategia de desarrollo sostenible, encaminada a la construcción de ciudades inteligentes, redes eléctricas y ciberecología.
Gobierno, industria y academia deben trabajar de la mano para la creación de marcos regulatorios enfocados a minimizar y desaparecer la brecha digital, motor de la desigualdad en el acceso a la educación y a los recursos fundamentales para el desarrollo laboral y, por ende, económico de los individuos para así acelerar el progreso y el desarrollo de la humanidad.
La integración y aprovechamiento de los datos, las tecnologías de información y comunicación, los sensores, la automatización, la electromovilidad y la comunicación ininterrumpida entre máquinas y personas, el big data, así como tecnología integrada a productos vestibles, logran la infraestructura digital necesaria para el aprovechamiento del espacio físico y del ciberespacio, donde la robótica de la mano de la inteligencia artificial estén al servicio de la humanidad, asistiéndola en tareas rutinarias como pedir y servir comida, conducir o hacer limpieza.
La inteligencia artificial aplicada ofrece un análisis en tiempo real de la monitorización de los procesos, determina qué tanta energía se debe suministrar en una fase industrial y planear un menor consumo de recursos materiales y energéticos, además de una importante reducción de emisiones de dióxido de carbono.
En congruencia con una sociedad inteligente está el garantizar la gestión del agua, los residuos y el no abuso en el consumo de recursos naturales. De manera muy importante también la ciberseguridad en sistemas y procesos digitales de redes de telecomunicaciones e infraestructuras industriales, así como la sostenibilidad energética, traducida en la utilización de sistemas energéticos renovables inteligentes, la descarbonización y descentralización del sector energético para legitimar que el consumo sea mucho más eficiente.
En resumidas cuentas, la sociedad mundial está muy próxima a ser inteligente y lo será en su totalidad cuando la energía, los edificios, el transporte, la educación, el suministro de agua, la gestión de desechos y la seguridad física y cibernética estén asegurados en un entorno económicamente sostenible que responda en beneficio del medio ambiente y la calidad de vida de todos los habitantes de nuestro planeta.