En el 2013, Carlos Slim compró los derechos para transmitir los juegos olímpicos de Río 2016 en toda Latinoamérica a través de sus empresas de televisión por cable y de sus negocios de televisión por Internet y video sobre demanda. Sus empresas de televisión restringida son el mayor distribuidor de contenidos televisivos en toda América Latina. Así, no le fue difícil hacerse con los derechos de transmisión para todo el subcontinente, aunque tuviera que hacer malabares para cumplir en México con los requisitos de audiencia que impone el Comité Olímpico Internacional.
Y es que México, de dónde extrajo los recursos para construir su imperio mediático, sigue siendo su prietito en el arroz. Cuando el gobierno le vendió esa caja registradora que fue Telmex durante los seis años de monopolio expreso y más de veinte años de dominancia y prácticas monopólicas, le impuso la prohibición de prestar cualquier tipo de servicio de televisión para que la industria de la televisión por cable en el país pudiera sobrevivir frente a la única red con cobertura nacional. Nadie tiene la cobertura nacional de Telmex simplemente porque ésta heredó el monopolio estatal que aglutinaba todos los esfuerzos nacionales de telecomunicaciones desde el primer teléfono en la época de don Porfirio hasta 1990. Permitirle entrar a la televisión era sacrificar a una industria incipiente para beneficiar a un monopolio consolidado. Así lo supo ver el gobierno de Carlos Salinas y así sigue siendo hasta hoy, quizá de manera aún más dramática.
A pesar de que la reforma en telecomunicaciones establece que América Móvil (Telmex/Telcel) (AMX) debe permitir a los demás concesionarios el uso desagregado de su red local y de su infraestructura pasiva (postes, ductos y torres), con el fin de que puedan utilizarla para llegar a más usuarios y ampliar la cobertura de sus servicios, en la práctica el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) ha hecho inviable esta posibilidad y AMX sigue siendo el único operador con cobertura nacional. Todos los demás competidores siguen teniendo coberturas limitadas, y aunque Izzi, Megacable, Axtel y Total Play, entre otros, han hecho esfuerzos considerables para ampliar su huella de cobertura, ya sea comprando a otros cableros de menor tamaño o construyendo sus propias redes en plazas anteriormente no atendidas, ninguna de ellas se acerca remotamente a la cobertura de AMX y al número de clientes actuales y potenciales que ésta tiene.
Aunque los competidores de AMX han hecho ofertas disruptivas que han presionado los precios a la baja, la cancha dista mucho de estar pareja. Ni la red local ni la infraestructura de AMX están verdaderamente disponibles para sus competidores. Las medidas adoptadas por el IFT han sido un completo fiasco y ningún competidor hace uso extensivo de estos insumos esenciales. Mientras esta situación se mantenga, cualquier irrupción de AMX en mercados adicionales a los que ya domina será perjudicial para el proceso de libre competencia.
De ahí la gravedad de las decisiones del IFT, que sin valoración alguna en materia de competencia económica, ha ido matizando en la práctica la prohibición de prestar servicios de televisión establecida en el título de concesión de Telmex, y le ha abierto la puerta de la simulación a la empresa distribuidora de contenidos televisivos más grande de América Latina. Empezaron con un canal de televisión por Internet que transmite programación televisiva en tiempo real y lo complementaron con aplicaciones OTT que hacen exactamente lo mismo. Ahora distribuyen contenidos propios en televisión abierta gracias a su asociación aún no aclarada con MVS, entrando de lleno, y sin que el IFT diga esta boca es mía, en el primer eslabón de la cadena masiva de distribución de contenidos televisivos.
De continuar la tendencia de relajar las obligaciones de AMX y al mismo tiempo ampliarle el margen de acción en mercados que hasta antes de la creación del IFT tenía prohibidos, el apabullante poder monopólico del ingeniero Slim se trasladará a todos los mercados de distribución de contenidos televisivos, con el consecuente desplazamiento de competidores que aún no logran una cobertura física que permita contrarrestar la preponderancia de AMX.