2020.08.25
Vía El Economista
La semana pasada me referí en este espacio a la obsesión del presidente López Obrador y su administración por voltear a ver al pasado en materia energética y con ello, según ellos, rescatar la soberanía de México. Gran parte de la apuesta en materia energética está depositada desde luego en el petróleo, para el que no solo se ha hecho un compromiso político significativo, sino que también se han comprometido cuantiosos recursos que hoy más que nunca son escasos, sobre todo en el contexto de una economía golpeada por las amenazas reiteradas a la inversión privada, la mala planeación de las políticas públicas, la falta de pericia para instrumentar la mayor parte de ellas y, sí, también por el choque a la oferta y demanda mundial generada por la pandemia del Covid-19, provocada por el virus SARS-COV-2.
Mientras esto sucede y aún con todos los recursos que la 4T ha destinado no solo a la construcción de la refinería de Dos Bocas, Tabasco, sino a apoyar a Pemex, ya sea fiscalmente, patrimonialmente o financieramente, Pemex reportó ayer que durante julio pasado registró una producción promedio de 1 millón 595,000 barriles diarios de petróleo, que de acuerdo a los registros estadísticos, sería el volumen de producción más bajo en los últimos 40 años. Aún recuerdo las palabras del presidente López Obrador en uno de los tantos informes que ha rendido sobre su gestión, en este caso, me refiero al que dio el 1 de diciembre del año pasado, a propósito del primer año de su administración: “Es un orgullo informar que por primera vez en 14 años detuvimos la caída progresiva en la producción de petróleo”.
Lamentablemente para el presidente, estamos hablando de un logro que fue efímero. La producción de Pemex reportada para julio representa una caída de seis por ciento si se compara con la producción promedio con la que cerró la administración del presidente Peña Nieto; y de casi nueve por ciento, si se compara con el volumen que se reportó para marzo de este año.
El nivel de producción del mes pasado significa que para alcanzar la meta de producción de Pemex prevista para el 2024, la que el presidente redujo arbitrariamente sin mayor explicación o justificación a 2.2 millones de barriles diarios en el memorándum que dirigió a los servidores públicos del sector energético casualmente en julio pasado, la empresa productiva del estado tendrá que haber incrementado el volumen de producción en 605 mil barriles diarios, que se antoja muy difícil si tomamos en cuenta el desempeño durante los primeros 20 meses de este gobierno. Ya ni hablamos de la meta que Pemex se había fijado en su Plan de Negocios 2019-2023.
Esto ocurre en la víspera de la entrega del Paquete Económico 2021 que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público deberá efectuar a más tardar el próximo 8 de septiembre, para lo que deberá señalar la plataforma de producción estimada para el próximo año, así como el precio promedio del barril de petróleo, que después de los daños a las economías y los patrones de consumo ocasionados por el Covid-19, no se prevé mejore sustancialmente respecto a los que hoy se observan. Así, en materia petrolera se perfila un horizonte muy distinto para México en comparación con lo que la 4T soñaba, a un costo muy elevado.