2021.06.22
Vía El Economista
El avance inexorable del tiempo seguramente es uno de los factores que más tensión ha provocado en los presidentes de México al momento de evaluar los avances de sus respectivas gestiones. Los presidentes de otras naciones seguramente también se ven sometidos a este factor de tensión, aunque en muchos casos, la posibilidad de renovar el mandato, por la vía democrática desde luego, hace que la sufran de manera menos intensa quizá que los presidentes de un solo término, como es el caso de los de México.
No tengo ninguna que el presidente López Obrador ya sabe con mucha certeza que al cierre de su administración, si bien habrá algunos avances en rubros muy específicos, habrá retrocesos o nulos avances en un grupo de temas muy amplio, que serán mucho más sensibles para la población sin lugar a dudas. Para empezar, en el ámbito de la economía, además de haber afectado el ritmo de crecimiento de la economía, que todo indica resultará en un PIB per cápita menor que el que se registraba cuando tomó posesión de la presidencia, es evidente que también habremos de constatar que lamentablemente su gobierno será recordado como uno que erosionó el potencial de crecimiento de la economía mexicana.
Los indicadores actuales muestran que en el rubro de combate a la pobreza es muy probable que tampoco se entreguen resultados que puedan presumirse. En el ámbito educativo ya vimos que si bien podemos señalar a la pandemia del Covid-19 como un factor de distorsión significativo, no podemos dejar de tener presente el pasmo con el que se ha reaccionado frente a este reto y que la conducción caprichosa de la política educativa, especialmente condescendiente con el gremio sindical de los maestros, perfila ya un mayor rezago de México frente a otros países, particularmente en el contexto de las evaluaciones de desempeño como la prueba PISA, en la que las niñas y niños de México han empezado a mostrar las carencias que han provocado los arrebatos revanchistas en contra de una reforma educativa que buscaba mejorar la calidad de la educación en nuestro país.
Así como estos, hay muchos otros rubros donde no se necesita ser mago para anticipar que México habrá retrocedido en 2024 frente a lo que se registraba en 2018 cuando llegó la 4T. Aunado a lo anterior, observaremos que más de uno de los grandes proyectos prioritarios del presidente López Obrador no habrán podido ser concluidos, entre otras razones por la mala planeación y el arranque apresurado de varios de ellos, que además se reflejará en costos reales o efectivos excedidos en un porcentaje importante en comparación con los costos originalmente prometidos o proyectados.
Además de lo anterior, el fantasma de la inflación que empieza a ser visto con más preocupación en el contexto internacional, por sí mismo puede ocasionar que el escenario sobre el que el presidente y su equipo habían planeado el cierre de su gestión se desajuste de manera importante. Por otro lado, esas expectativas de inflación que han empezado a tener efectos sobre la planeación de varios bancos centrales, como la Reserva Federal de los Estados Unidos que la semana pasada habló de la posibilidad de que empiece a incrementar las tasas de interés para los fondos federales en aquel país hacia 2023, seguramente también alterará el escenario de tasas de interés relativas entre Estados Unidos y México para el 2023-2024, lo que complicará un poco más el margen de maniobra de la 4T.
Frente a este escenario, cada vez más complicado, el presidente López Obrador y su equipo bien podrían estar arrepentidos de haber invertido los primeros tres años en tanta confrontación y hostilidad contra la inversión privada, nacional y extranjera, con nulos o muy pobres resultados, sobre todo porque a partir de ahora, sentirán que el tiempo correrá más de prisa y que no será suficiente para poder entregar los resultados que algún día soñaron. Como decimos coloquialmente, el tiempo se les vino encima.