2018-02-08
Dos décadas atrás, antes del lanzamiento de la primera red de UMTS del mundo, los departamentos de comunicación de las empresas batallaban entre sí para identificar cuál sería la aplicación que representaría el mayor porcentaje de los ingresos en las nuevas redes. En esos años todas las apuestas apuntaban a una nueva generación de mensajes de texto interactivos que nunca llegaron a cumplir con las expectativas.
Otros que optimistamente apostaron a videollamadas se enfrentaron a la dura realidad de una baja penetración de celulares con cámara y velocidades de red que no soportaban con suficiente calidad este servicio. Eran tiempos en los que British Telecom contaba con una división móvil propia y presentaba en distintos foros un plan de negocio, donde la telefonía se daría de forma gratuita, como servicio de valor agregado, y el operador viviría de la utilización de aplicaciones por parte de sus usuarios.
Numerosos modelos de negocio después y el tiempo, ese gran revelador de verdades, dio la razón a quienes se inclinaban por el video como el servicio que inundaría las redes de telecomunicaciones. La única diferencia de la demorada realidad con aquella de los visionarios noventeros es que no fue un iMode en esteroides, ni videollamadas que cambiaran el paisaje modificando los hábitos de los usuarios. La mejor descripción para definir los servicios de video que dominan las redes es fragmentación. Tenemos aquellos creados por aplicaciones inicialmente creadas como chats que han evolucionado para incluir videos, otras que son plataformas corporativas para videoconferencias y otros simples videos de seguridad transmitidos a las sedes de empresas de seguridad.
Sin embargo, el video que más llama la atención de todos los actores del sector de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) es el que provee serie, documentales, películas y todo tipo de entretenimiento por medio de una videoteca virtual que puede ser accedida bajo demanda. Sí, el mundo dominado por Netflix, Hulu y Amazon Prime, todos actores no tradicionales en el mundo de las telecomunicaciones.
Un aspecto interesante de estos tres portales es su evolución hacia una segunda etapa enfocada en la producción de contenidos. Una ruta que resulta en la obtención de contenidos exclusivos propios, que viabilizan una diversificación de ingresos y ofrecen más libertad al momento de negociar acuerdos de contenidos con los productores históricos.
Como todo negocio atractivo que muestra cifras positivas de crecimiento, los imitadores no han tardado en aparecer, cada uno con un modelo de negocio y enfoque distinto. Aquellos que nacen como deseo de algún operador de telecomunicaciones de no depender de terceros para la oferta de videos a sus clientes (e incrementar sus unidades generadoras de ingreso en el camino) tratan de utilizar sus diversas plataformas tecnológicas para atraer clientes.
Otros operadores, con menos recursos, deciden aliarse con las plataformas globales agregando en su territorio contenido local para complementar la oferta. Los modelos son tan diversos y creativos como lo fueron en su momento la oleada de operadores móviles virtuales hace una década en Estados Unidos.
No es la primera vez que lo digo en este espacio, el día tiene sólo 24 horas y el ritmo con el que algunas plataformas están incrementando su oferta de videos hace casi imposible que un usuario pueda utilizar cómodamente dos o tres servicios distintos. Como dice una canción antillana, simplemente “no hay cama para tanta gente”. La pregunta es: ¿cuál será el primer OTT de video en desaparecer?