2021.05.05
Vía El Economista
El desplome ayer 4 de mayo, del viaducto elevado a través del cual corría la Línea 12 del metro de la Ciudad de México había sido anunciado en diversas ocasiones por gente común que veía que algo no estaba bien y estaba a punto de derrumbarse. Los burócratas irresponsables que gustan en llamarse autoridades hicieron lo único que saben hacer: nada.
La encarnación femenina de la negligencia, la señora Florencia Serranía -quien no asume responsabilidad alguna porque (y son sus palabras) ella sólo es la directora general del metro y la subdirectora de mantenimiento de ese mismo metro que colapsó-, afirma que no renunciará. Y es natural, su incompetencia está probada, como le gusta al presidente López Obrador: 90% de ineptitud y 10% de corrupción. Pero no nos ensañemos con la señora Serranía ni con su jefa Claudia Shame-baum, que tan bien trapea frente a las cámaras de televisión el piso de la estación San Joaquín de la Línea 7. Ellas no tienen la culpa de que Marcelo Ebrard, con la ayuda de su carnal Mario Delgado, hayan decidido hacer una obra de cuarta a precio de primera. Ya sabemos que al grupo de cuarta le gusta lo barato aunque se pague mucho por ello. Total, no es ni su dinero ni sus muertos. De algún lugar tenía que salir el “recurso” para la campaña permanente del hoy presidente, quien sabe agradecer bien a aquellos que le llevan aportaciones del pueblo bueno sin que le manchen el plumaje.
Además de esta tragedia anunciada, otras dos alarmas han sido prendidas y la de cuarta las está ignorando. Ya sabe usted: la austeridad para que todas las dependencias regresen el presupuesto al señor presidente y éste, de manera magnánima y a nombre propio, lo pueda enviar con sus Cuervos de la Nación y en sobres de papel amarillo a todos aquellos que votarán por el magnífico estadista que nos dejó sin gasolina; cerró las guarderías infantiles para que los viejos, cansados, hagan el trabajo que el gobierno no quiere hacer; ordenó se dejaran de comprar medicamentos para esa enfermedad fifí que es el cáncer en los niños; clausuró los refugios para mujeres violentadas ¡ya chole, que se cuiden solas!; nos hundió en la crisis económica más grave desde 1932, y nos dijo que con el Covid no pasa nada, una gripita nomás, por eso salgamos y divirtámonos; ya él nos diría cuándo tenemos que cuidarnos, porque aun después de 500,000 muertos, Hugo todavía no le recomienda usar cubrebocas. ¡Imagínense! Se sentiría como si el INE le pidiera que cumpliera la ley y no hablara de lo buen gallo que es el toro para dar cobija a las mujeres de Guerrero.
En fin, le decía yo que hay alarmas prendidas en dos sectores: la recurrencia de eventos que pueden llegar a ser catastróficos por el rediseño arbitrario del espacio aéreo de la Ciudad de México, como ha sido reportado por el sindicato de controladores aéreos, y la posibilidad de un evento grave (me niego a llamarlo accidente) en la planta nuclear de CFE en Laguna Verde, Veracruz, como consecuencia de la falta de mantenimiento reportada por ingenieros del sector. El mortal evento de ayer, el riesgo de accidentes aéreos en la Ciudad de México y la posibilidad de que el reactor nuclear de Laguna Verde se salga de control tienen un denominador común: la impunidad de los funcionarios públicos. Así como Calderón presionó para que Molinar Horcasitas fuera exonerado del homicidio culposo de los niños quemados en la guardería ABC de Hermosillo, así López Obrador hará caer su manto de impunidad sobre Ebrard, Delgado, Shame-baum y Serranía. Son unos corruptos y unos ineptos, pero son sus corruptos y sus ineptos.