2018-11-14
Si algo le sale bien al presidente electo Andrés Manuel López Obrador es mantener la tensión de inversionistas y sociedad, que aún antes de su toma de posesión analizamos cada gesto, cada referencia histórica y cada silencio para tratar de entender qué es lo que piensa y cuáles son sus planes. Con la consulta organizada por su partido respecto del futuro del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, nos quedó claro que la ley y las instituciones son para López Obrador y muchos de sus simpatizantes poco más que un estorbo para lograr la Cuarta Transformación (¿seré el único que encuentra una preocupante analogía entre Cuarta Transformación y Tercer Reich?). Alguien en Twitter publicó: “Voy a hacer una encuesta para ver si me pongo a dieta. A mi taquero le di 500 boletas, a la señora de las gorditas 300, al de la cantina 50 y a mi nutrióloga 2. ¡Qué nervios!”. Así se hizo la consulta de Morena con la que se pretendió justificar la construcción de dos pistas en Santa Lucía. Evidentemente, la Constitución es más rigurosa sobre los requisitos legales de una consulta. ¡El taquero no puede tener la gran mayoría de las boletas!
López Obrador sigue actuando como si estuviera en campaña y no a punto de tomar posesión. Sigue dividiendo a la sociedad entre buenos y malos. También en Twitter alguien dijo: “ya me estoy cansando ¿cuándo termina el sexenio de López Obrador?”, en evidente ironía porque éste aún no ha comenzado. Pero es cierto, aún sin haber tomado posesión es tal su poder que las instituciones del Estado parecen salir sobrando y no hay certidumbre sobre el rumbo que tomará la nueva administración.
Ahora, de manera preocupante, López Obrador empieza a cimentar lo que será un gobierno paralelo al gobierno constitucional que él mismo encabezará, y que responderá, sin contrapesos, exclusivamente a su voluntad. Muchos años y conflictos nos ha costado crear instituciones como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) o el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), ambos con amplia autonomía frente al gobierno, de manera que sus encuestas, estadísticas y evaluaciones no se vean distorsionadas por presiones políticas, electorales o de partido. Ahora, decía, López Obrador, siguiendo la misma lógica de su consulta sobre el aeropuerto, pretende que sea directamente su partido y sus militantes los que realicen las encuestas en todo el país para determinar a quiénes se les darán los apoyos de los programas sociales, tales como los de adultos mayores o jóvenes desempleados. Este ejercicio de recabar información de los potenciales beneficiarios de programas sociales a través de la estructura paralela de Morena no sólo viola varias leyes, sino, lo que es peor, tiene el objetivo de crear clientelas políticas dependientes únicamente de la voluntad del caudillo y ajenas a la estructura orgánica y constitucional del Poder Ejecutivo de la República y sus Órganos Constitucionales Autónomos.
Si el futuro presidente López Obrador tendrá el control de toda la administración pública federal y del Congreso de la Unión, no encuentro justificación alguna para insertar a su partido como un gobierno paralelo. Ni el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se atrevió a tanto durante las décadas de la Presidencia Imperial, como diría Krauze. El PRI era una especie de Secretaría de Elecciones del gobierno federal, nunca un gobierno paralelo. Sé que sonará excesivo, pero la primer referencia de gobierno paralelo que me viene a la cabeza es la del Partido Nacional Socialista de Hitler, que siempre operó como un supra gobierno durante el régimen Nazi. A diferencia del PRI, el partido Nazi no estaba subordinado al gobierno sino éste a aquél. Con López Obrador ¿el gobierno de la República estará subordinado a Morena o López Obrador asumirá la altura de Jefe de Estado y no la de líder de una facción?
Por lo pronto, los Órganos Constitucionales Autónomos están bajo ataque: ya le tocó al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales; se hizo a un lado al INEGI y a la CONEVAL, y el Banco de México va de rumor en rumor. El resto esperan pacientes. Debemos defender las instituciones del estado constitucional mexicano.