2020.02.21
Es cierto que el Presidente Andrés Manuel López Obrador mantiene entre la población niveles de aprobación muy altos. Son variadas las encuestas, pero en promedio, ronda 60 por ciento de aceptación.
También es cierto que hace un año, algunas de estas mismas encuestas le daban hasta 80 por ciento de aprobación. Es decir, en un año, el Presidente ha perdido alrededor de 20 puntos. Y la tendencia sigue a la baja.
El desgaste natural del ejercicio del poder hace que hasta los líderes más carismáticos pierdan simpatía entre sus seguidores. Esto es normal y previsible. Sin embargo, en el caso de López Obrador, parece que hay otros factores que están incidiendo en ello.
El hecho de que la economía se haya encogido 0.1 por ciento en 2019 es uno de ellos. Cuando la economía no crece hay menos riqueza, menos empleos y, por tanto, la gente tiene menos dinero en la bolsa. La escasez a nadie le gusta. No sobra recordar aquella célebre frase de la campaña de Bill Clinton, en contra de George Bush (padre), que lo ayudó a ganar la elección: “es la economía, estúpido”.
Por otro lado, los problemas y malas decisiones de política pública se le van acumulando al Presidente. La inseguridad está rampante en todo el país. Los datos arrojan los meses más sangrientos en términos de asesinatos. Y particularmente en la Ciudad de México, el asunto se está descomponiendo aceleradamente.
Para colmo, los feminicidios están a la orden del día y no parece haber empatía de parte del Gobierno en este problema. El secuestro, la violación y asesinato de Fátima, menor de siete años, fue la gota que derramó el vaso, y que nadie en el Gobierno federal, ni local, ha sabido cómo atender. Las críticas no se han hecho esperar.
Por último, la entrada en vigor del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) ha sido muy accidentada, por decir lo menos. Esto, sumado al desabasto de medicamentos, por supuesto que genera malestar entre la población derecho-habiente. Bien lo advirtió Germán Martínez, en su carta de renuncia a la dirección del IMSS.
Me atrevo a decir que estos tres problemas: economía estancada, inseguridad y deficiente sistema de salud pública son por los que el Presidente López Obrador está perdiendo adeptos y simpatía entre la población.
Si el Presidente no corrige el rumbo en estos tres rubros, es probable que sus niveles de aceptación continúen a la baja. Situación que le debe preocupar, camino a las elecciones intermedias de 2021. Podría empezar por una exhaustiva revisión de su gabinete. Muchos secretarios no le están ayudando.