El presidente López Obrador nos insiste que los términos crecimiento y Producto Interno Bruto (PIB) ya deben de entrar en desuso, que en lugar de crecimiento, ahora debemos hablar de desarrollo y que en vez de hablar de Producto Interno Bruto, hablemos de bienestar. Ello, como dije aquí la semana pasada por el evidente mal desempeño que tendrá su sexenio en términos de tasa de crecimiento promedio anual del PIB, que dependiendo de la profundidad de la caída en este año y el tamaño de la recuperación parcial que se observaría en el 2021, todo apunta a que se ubicará prácticamente en 0% como promedio para sus seis años de gobierno.
Ahora bien, el problema es que no por dejar de hablar del PIB mejorará la percepción sobre cómo está evolucionando México. Por ejemplo, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) difundió ayer un análisis preliminar sobre los posibles efectos de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, en el que nos advierte sobre el riesgo de que se puedan revertir los avances en materia de desarrollo social que se habían logrado hasta ahora.
Lo primero que señala Coneval en su estudio, a manera de recordatorio, es que “los hogares mexicanos dependen fuertemente de sus ingresos laborales (el ingreso por trabajo subordinado e independiente representa más de 50% del ingreso corriente total de los hogares en cada uno de los deciles de ingreso)”. Por lo que no es difícil imaginar que ante un escenario en el que se prevee una pérdida significativa de empleos, y por tanto de pérdida de ingresos laborales, un número importante de esos hogares vea empeorar su situación.
Al respecto, Coneval señala que “una primera aproximación a los efectos potenciales de la coyuntura anticipa aumentos preocupantes en la pobreza por ingresos, la pobreza laboral y el riesgo de que, en ausencia de políticas públicas orientadas a esta población, grupos de ingreso medio enfrenten condiciones de pobreza”. Asociado con la pérdida de empleos formales y la consecuente caída en los ingresos que les generan a los hogares, está también la pérdida de las prestaciones laborales que esos empleos significan.
Seguramente el estudio de Coneval no cayó nada bien al interior de la administración del presidente López Obrador, pues entre otras cuestiones, de manera muy objetiva apunta que, si bien en el contexto de la pandemia el gobierno incluyó dentro de sus 38 programas prioritarios 19 programas que corresponden al desarrollo social, “ninguno de los programas se dirige explícitamente a la población en situación de pobreza, de acuerdo con la medición del Coneval”.
Si a la actual administración no le gusta hablar de PIB y crecimiento, por lo menos deberían preocuparle las conclusiones del estudio de Coneval, que apunta a que el número de personas en condición de pobreza extrema podría incrementarse en 10.7 millones como consecuencia de la actual crisis, aún con los programas de apoyo dirigidos a grupos específicos que ha puesto en marcha la 4T; y que el índice de pobreza laboral se ubique en 45.8 puntos, con un incremento mayor al que se observó en la crisis del 2009. Así que el estudio de Coneval es una llamada de atención oportuna, que no digan después que no se les advirtió que había que apoyar el empleo de otras formas.