Federico González Luna Bueno
El Financiero
Uno de los temas mas polémicos que existen en las telecomunicaciones en México es el del impuesto especial que pesa sobre la mayor parte de estos servicios. Varias razones indicarían que existen ya pocos argumentos para sostenerlo.
Para el ejercicio fiscal 2013 se estimó en la Ley de Ingresos de la Federación un ingreso por la aplicación de este impuesto por seis mil 568 millones de pesos, cantidad menor a la estimada para 2012, que fue de siete mil 465 millones, lo que significa que el fisco federal espera recaudar casi 900 millones de pesos menos de un año al otro.
Es importante decir que este impuesto especial es aplicable a todos los servicios de telecomunicaciones, salvo a los de acceso a Internet, de interconexión entre redes, de telefonía pública y de telefonía rural. Están incluidos los de telefonía fija, de telefonía celular, de televisión de paga, de trunking, y cualquier otro servicio de datos. El impuesto es del 3 por ciento del monto facturado.
En un interesante y bien sustentado estudio, Ernesto Piedras hace ver que este impuesto ha pegado directamente sobre: a) las clases medias, segmento en el que en general se han continuado utilizando los servicios gravados (voz y video de pago), aunque el impuesto ha ocasionado que se destiné un porcentaje mayor del ingreso al pago de estos servicios, y b) las clases de ingresos más bajos, a las que este impuesto sí les ha ocasionado un mucho menor uso de los servicios de telecomunicaciones o incluso renunciar a ellos. Impacta la penetración de servicios.
De acuerdo con Piedras, en 2011 se dejaron de hacer diez mil millones de llamadas telefónicas por culpa de este impuesto y provocó la exclusión de medio millón de nuevos abonados a los servicios de televisión de paga.
Se tiene así que este impuesto especial: 1) Es regresivo, pues pega más a las clases medias y bajas. Los ricos no padecen este impuesto, en tanto que para los otros dos segmentos ha implicado “un porcentaje de gasto mayor del ingreso familiar, la sensible disminución en el uso de los servicios o, de plano, dejar de utilizarlos. Por la másividad de su consumo, es evidente que es muy grande la elasticidad en telecomunicaciones.
2) Cada vez representa menos ingresos para el fisco; de un año al otro, de acuerdo con la Secretaría de Hacienda, se tendrá un 14 por ciento menos de ingresos por este impuesto.
3) Impacta desfavorablemente sobre las inversiones, en la medida en que hay menos suscriptores e ingresos, y se rompe el círculo de crecimiento y desarrollo de la infraestructura física. Téngase presente que es la misma infraestructura, no existe una para Internet y otra para el resto de los servicios.
4) Los impuestos especiales son loables sobre ciertos bienes o servicios cuyo uso se quiere limitar o moderar, como la gasolina o el agua, pero son incongruentes en el caso de las telecomunicaciones, cuyo uso debe incentivarse coma un motor de crecimiento.
5) Resta competitividad al país, pues afecta a la cobertura, a la calidad y al precio de los servicios.
6) Es contrario a la convergencia, pues no se entiende que queden gravados unos servicios (voz y video) y otros no (Internet), cuando es la misma infraestructura con la que se prestan todos los servicios.
7) Se estableció para paliar los efectos de la crisis de 2008 y 2009, que uno pensaría han quedado superados. Es claro que los impuestos siempre serán muy molestos y criticables; sin embargo, también lo es que cada impuesto debe ser analizado cuidadosa y técnicamente para estar seguros de su conveniencia.
Por lo pronto se tiene un impuesto que, todo indica, amplía la brecha digital, ya que está pegando mucho más a los niveles socioeconómicos medio y bajo.
Cuando se analice la reforma hacendaria y fiscal en 2013 vendrá el momento para discutir este impuesto. Por lo pronto no es clara su contribución al tesoro público ni a la economía, en tanto que, con precisión milimétrica, pega más a los que menos tienen, o lo que es lo mismo: distribuye las cargas al revés.