2019-03-19
Ayer se conmemoró el 81 aniversario de la expropiación petrolera decretada en 1938 por el entonces presidente Lázaro Cárdenas. Se trata de uno de los personajes de la historia de México con los que el presidente López Obrador nos ha dejado claro se quiere comparar. Por eso, a principios de enero, cuando iniciaba la estrategia de combate al robo de combustibles en nuestro país, algunos de sus seguidores, incluso de su círculo cercano, pretendieron sembrar la idea de que lo que el nuevo presidente de México estaba emprendiendo era algo de proporciones similares a lo hecho por Cárdenas, lo que evidentemente no puede siquiera compararse.
El contexto del aniversario de la expropiación petrolera fue elegido por el gobierno federal para hacer el anuncio del inicio de la licitación de la construcción de la refinería que se supone se ubicará en Dos Bocas, Tabasco. Si bien se observa un gobierno decidido a embarcarse en ese proyecto, sobre todo después del zipizape que ocurrió por las declaraciones del subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, al periódico británico Financial Times la semana pasada, que fueron entendidas como un postura más razonable sobre la viabilidad de la obsesión de construir esa refinería en Tabasco, y que sólo con diferencia de horas fueron desmentidas o “aclaradas” con vehemencia, no sólo por la titular de la secretaría de Energía, Rocío Nahle, sino también por el propio titular del Ejecutivo, asimismo se observa que el de la refinería en Dos Bocas es ya un proyecto que se les complicó mucho antes de lo que siquiera imaginaron en la Cuarta Transformación.
En el acto para conmemorar 81 años de la expropiación de la industria petrolera, la secretaria Nahle informó que ayer mismo había dado inicio la licitación para elegir lo que ella denominó “Project Manager Constructor”, que parece que sería lo que en inglés se denomina “Construction Project Manager”. La funcionaria anunció que se habían entregado invitaciones a cuatro diferentes consorcios, entre ellos el conformado por la estadounidense Becthel y la italo-argentina Techint.
Menciono a Bechtel en particular porque es una empresa que la secretaria Nahle ha venido usando como ejemplo de cómo se puede construir una refinería en tres años, haciendo referencia a los dos proyectos que llevó a cabo esa empresa en la ciudad de Jamnagar, en la provincia de Gujarat en la India. Pero también lo menciono porque si bien esa empresa norteamericana tiene esa experiencia positiva, también tiene una experiencia negativa con un proyecto de grandes proporciones que no pudo concluir exitosamente, específicamente con Pemex, a finales de la década de los 90: la modernización del proyecto Cantarell.
La modernización del proyecto Cantarell fue un conjunto de proyectos que se asignaron a diversas empresas especializadas en construcción de infraestructura costa afuera, cuyos contratos eran supervisados por un administrador central del proyecto, que en aquel entonces recayó en Bechtel. Prácticamente todos los contratos que supervisaba Bechtel se excedieron de su costo original, por lo que Pemex tuvo que autorizar ampliaciones al alcance y monto de los trabajos a realizar, lo que además implicó que muchas de las obras se atrasaran más del doble del tiempo originalmente presupuestado. Así que, si bien Bechtel es una empresa de reconocida capacidad, es importante que se conozca por qué en México ya tuvo un desempeño desastroso, mientras que en la India sí pudo cumplir dentro de los plazos que se propuso.
Me atrevo a señalar que una diferencia es que seguramente el proyecto realizado en la India estuvo completamente bajo su control, sin la injerencia burocrática de empleados de un gobierno obsesionado con entregar una obra que no tiene lógica económica ni de rentabilidad social, habrá que ver si acá estarán aislados de ese tipo de injerencias. Me temo que no. La otra diferencia, es que la refinería de la India se construyó pensando en refinar crudo para exportar gasolina a Estados Unidos. La de México no tendrá ese fin.