La masificación en el acceso a dispositivos móviles de conectividad, el lanzamiento incesante de nuevas aplicaciones y servicios ubicuos, el creciente acceso a Internet móvil y el alza consecuente en el consumo y demanda por mayores capacidades de navegación y velocidad en la transmisión de datos; alertan la necesidad de constante actualización de redes y suficiente ejercicio de inversiones para la oferta de telecomunicaciones móviles en condiciones óptimas para los consumidores.
En México, la numeralia de conectividad móvil en términos de acceso y consumo de dispositivos y aplicaciones refleja puntualmente esta realidad que inevitablemente coloca en el epicentro del ecosistema de telecomunicaciones precisamente a la industria móvil.
En términos de adopción de equipos móviles de conectividad, mejor conocidos como smartphones, la contabilidad asciende a 94.4 millones, lo equivalente a una razón de 83.9% entre el total de las líneas móviles al primer trimestre del año (1T17). La expectativa es que al finalizar el 2017, se alcance un total de 102.3 millones o cerca de nueve de cada 10 dispositivos en tenencia de los mexicanos, con un crecimiento anual aún de dos dígitos (12.8%) a pesar de la proximidad al techo estructural.
Mientras que la conectividad de banda ancha móvil (BAM) suma 61.6 millones de accesos al 1T17, 41.6% más que la cifra del mismo periodo del 2016 y que resulta en un nivel de penetración de 54.8% entre las líneas móviles. La trayectoria ascendente que registra la adopción de este servicio arroja un pronóstico de 73.5 millones de conexiones al cierre de este año, con un incremento de 27.6% frente al nivel del año anterior.
En lo que toca al consumo de datos móviles, se registra un crecimiento sobresaliente con una razón en la vecindad de 100% durante el 1T17, al alcanzar un nivel promedio de uso de MB por usuario de 740. En los últimos dos años, la BAM ha repuntado notablemente en términos de su uso, preferencia y contratación apoyado en el lanzamiento de aplicaciones que permiten la comunicación ubicua y permanente, así como la oferta de paquetes con una mayor canasta de MB a menores precios.
Vale la pena recordar que nos encontramos a poco más de un lustro en el que la capacidad promedio demandada de datos no superaba siquiera los 100 MB y a una década en la que la conectividad móvil se encontraba en una etapa incipiente de lo que posibilita en la actualidad.
Son precisamente estos niveles de adopción y consumo de conectividad los que manifiestan la relevancia de una alineación eficaz y oportuna entre los planes de inversión de los operadores móviles, el desarrollo de redes de nueva generación y la creciente demanda de capacidades que resulta de la incesante penetración de dispositivos conectados y banda ancha móvil.
A su vez, es responsabilidad del órgano regulador poner a disposición los recursos espectrales necesarios para evitar ineficiencias y rezagos injustificados en la provisión de conectividad móvil.
Es claro que el futuro de las telecomunicaciones móviles y de la industria en su conjunto está basado en la oferta de capacidades de cobertura, velocidad, calidad y precio en niveles óptimos que soporten las necesidades al alza de tráfico y ancho de banda que requieren satisfacer los consumidores.