Ernesto Piedras
El Economista
Como infraestructura que es, el sector de las telecomunicaciones requiere elevadas inversiones de capital, especialmente para que un país pueda mantenerse a la vanguardia tecnológica. Sin embargo, en países en desarrollo como el nuestro, los recursos financieros constituyen un recurso escaso que abona al rezago tecnológico y así a la limitada cobertura de servicios, baja calidad y elevados precios. Con todo, la escasez de capital impide cerrar la brecha digital y la democratización de su acceso entre la población. Entonces, la capitalización del sector se vuelve indispensable para el desarrollo y cuando los recursos nacionales no pueden cubrir las necesidades del sector, la tendencia mundial ha sido la liberalización de la Inversión Extranjera Directa (IED) en telecomunicaciones. Países de la región con estructuras económicas semejantes a la nuestra (Argentina, Brasil y Chile) tienen habilitada la libre movilidad de este recurso, la IED, en todos los segmentos de las telecomunicaciones (móvil, fijo e Internet). Existen dos factores principales para que un mercado resulte un destino atractivo para la IED en telecomunicaciones. En primer lugar, la liberalización del mercado que permita tanto a empresas nacionales como extranjeras por igual la entrada a la industria, ya que permite mayores niveles de competencia. En segundo lugar, se encuentran las restricciones a la propiedad en manos de extranjeros, que en las telecomunicaciones mexicanas, con excepción del segmento móvil, limitan su participación a 49% del capital dentro de una empresa. Ambos factores afectan negativamente la IED hacia un país, situación que deja a México en desventaja frente a otros países en cuanto a los potenciales inversionistas extranjeros. Es obvio que la situación del mercado también contribuye a la atracción de IED que, como podemos observar para México, los elevados niveles de concentración del mercado, especialmente el fijo donde el operador dominante, mantiene más de tres cuartas partes del mercado, representa un desincentivo al flujo de capital extranjero en telecomunicaciones. Al respecto, el índice de restricción a la IED de la OCDE (Blanka Kalinova, Angel Palerm & Stephen Thomsen, OECDs FDI Restrictiveness Index: 2012 Update, OECD Working Papers on International Investment, OECD Investment División) sirve como referencia para entender la manera en la que las políticas y regulación que discriminan la IED al interior de un país afectan su grado de atractivo para los inversionistas extranjeros. Al comparar las telecomunicaciones mexicanas con el resultado obtenido entre los países miembros es posible observar que México presenta unos niveles de restricción muy por encima del promedio. De hecho, el valor obtenido para México es el cuádruple del promedio de la OCDE, mostrando el alto grado de restricción a la IED en el país. Incluso, vale la pena mencionar que la mayoría de los países miembros no mantiene restricciones a la IED en telecomunicaciones. Así, mientras la gran mayoría de las economías ha estado liberalizando sus políticas en torno de la IED en telecomunicaciones para incentivar las inversiones en pro del sano desarrollo de la industria, México aún mantiene restricciones considerables que desincentivan las inversiones. Queda entonces en manos del gobierno alinear los objetivos de política pública para incentivar el flujo de capital necesario para el despliegue de la infraestructura que el país necesita urgentemente.