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El INE y el padrón electoral bajo asedio de la 4T

Desde que en 1997 logró su autonomía constitucional, la autoridad electoral federal nunca había vivido los embates que hoy está padeciendo, mismos que principalmente vienen del gobierno federal y sus partidos aliados.

2019-07-02

Desde que en 1997 logró su autonomía constitucional, la autoridad electoral federal nunca había vivido los embates que hoy está padeciendo, mismos que principalmente vienen del gobierno federal y sus partidos aliados.

Al Instituto Nacional Electoral (INE), desde el Congreso, le han reducido drásticamente su presupuesto, perdiendo este 2019 casi 9%; le han disminuido los salarios a todos sus cuadros directivos; la Secretaría de Gobernación (Segob) le quiere quitar, para fines políticos, el control del padrón electoral, con sus 89.5 millones de personas; un grupo de legisladores de Morena — afines al exrepresentante de ese partido político ante el INE, Horacio Duarte— quiere reducir el tamaño de su Consejo General y, se dice, en los hechos, tomar el control de éste y de los organismos electorales en las entidades.

A la par, la Secretaría de la Función Pública, instancia que lleva mayoritariamente la “pluma” en la Ley de Austeridad, coquetea con retirar al instituto los recursos que tenga en cualquier fideicomiso público. Y para acabar, desde la Cámara de Diputados le han nombrado un contralor que parece responder a los intereses del bloque morenista.

Así, el INE se ha convertido en una especie de “piñata” del gobierno federal y sus aliados en el Congreso: Morena, PT y PES. Y si las iniciativas que se han presentado para controlarlo no han fructificado, es más por la falta de consenso entre sus detractores, entre ellos el propio presidente de la República, que por una defensa exitosa de recursos y atribuciones por parte de su Consejo General.

De hecho, en el órgano electoral fueron reacios a impugnar los primeros embates presupuestales que les quitaban recursos. Buscaron un acercamiento con el nuevo gobierno, que se tradujo en un convenio con Segob para ahorrarles millones de pesos y hacerles el monitoreo de todas las estaciones de radio y TV en el país, pero esto no les generó ninguna simpatía al interior de la 4T. Al contrario, parecería que acordar con Segob les ha afectado frente a otras instancias gubernamentales.

Y por si lo anterior no fuera suficiente, en las elecciones locales recientes, el instituto llegó tarde a regular la difusión en medios públicos y portales oficiales de las conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que la Constitución prohíbe la propaganda gubernamental durante las campañas.

Así, un INE que buscó entablar diálogo y consensos en la 4T, se quedó aislado y diezmado. Desde luego, encontrar una ruta en común en un organismo colegiado es complicado, pero ahora, al parecer, ya hay una mayoría de consejeros dispuestos a defender la institución.

Qué bueno que lo hagan; sin embargo, no sólo les falta hablar de frente contra propuestas oficialistas que comprometan la imparcialidad y eficiencia de un organismo con alta credibilidad en México y el extranjero. También tienen que ser cuidadosos en su trato con el resto de los partidos políticos de oposición.

En el PRI, hay la sensación de que muchas decisiones que se toman en el INE traen carga política y agenda de por medio. Basta ver la forma en la que el instituto, en los hechos, se negó a organizar su elección interna con el pretexto de que el padrón de militantes estaba en revisión.

En 2014, cuando el mismo órgano electoral organizó la interna del PRD, el abultado padrón de ese partido no representó ningún inconveniente para sus consejeros. Incluso, permitieron que votaran los militantes perredistas de 16 y 17 años de edad, cuyos registros no podían verificar con el padrón electoral. En el PRI se preguntan por qué no recibieron el mismo trato.

En los hechos, algunos en el INE trataron de sabotear la elección priista para favorecer, mediante dedazo del Consejo Político del PRI, al Dr. José Narro. Ahora que éste se bajó de la competencia por la dirigencia nacional —y que parece que ganará Alejandro Moreno, el exgobernador de Campeche— el instituto tendrá que reconstruir la relación.

Pero en el PRD también tienen sus preocupaciones. Hace tiempo expresaron su interés de que el INE les vuelva a organizar otra elección interna para renovar su dirigencia. No obstante, luego de ver el endurecimiento con el PRI, tienen dudas respecto a si la institución es un aliado en la promoción de la democracia interna de los partidos.

Y desde el PAN, ven a un instituto timorato que no hace lo suficiente porque se respete la ley y la equidad en las contiendas electorales. De hecho, Acción Nacional tuvo que quejarse de las mañaneras presidenciales para que el órgano electoral ordenara su suspensión. Pero ello sucedió hasta un par de días antes de la jornada electoral, con lo que el daño ya estaba hecho.

En este contexto, el INE se encuentra ante uno de los mayores retos en su historia. Además de enfrentar al bloque oficial, tiene que convencer a los partidos de oposición de que es una autoridad imparcial dispuesta al ejercicio pleno de sus atribuciones.

Si los consejeros se esconden tras tecnicismos para favorecer a los grupos que se oponen a la participación de la militancia en la renovación de las dirigencias partidistas, terminarán quedando mal con todos. Al asedio por parte del gobierno, seguirá la falta de respaldo entre la oposición, una mala combinación para un INE que, además de defender su autonomía, necesita asegurar los recursos para su operación.

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