Tal como mencioné en mi colaboración anterior, el pasado miércoles la Comisión Permanente del Congreso de la Unión declaró la validez constitucional de la reforma en materia energética. En consecuencia, el presidente Enrique Peña Nieto firmó el decreto correspondiente el pasado viernes en un acto republicano celebrado en Palacio Nacional. Se trata, sin la menor duda, del cambio constitucional de mayor poder transformador de los últimos 75 años.
Hablamos de un nuevo régimen de explotación de nuestros hidrocarburos, que prevé la participación de inversionistas privados; asimismo hablamos de un nuevo régimen para el sector eléctrico en el que los inversionistas privados también tendrán posibilidad de intervenir en este otro muy importante sector. Este nuevo régimen se traducirá en una nueva forma para el gobierno federal de obtener ingresos, por lo que se trata de una nueva manera de financiar el desarrollo de este país.
No voy a reiterar los aspectos positivos que se derivan de esta reforma. En realidad quiero aprovechar el espacio para hablar de lo significativo que ha sido para nuestro país el año que termina. En el Congreso de la Unión hemos llevado a cabo una serie de cambios de fondo en varias asignaturas que se traducirán en el corto y mediano plazo en un andamiaje para el desarrollo de actividades productivas y la formación de capital humano, que a la vez se traducirá en un mayor bienestar para los mexicanos en el mediano y largo plazo.
Dentro de este grupo de cambios constitucionales y legales se ubican la reforma en materia de telecomunicaciones, radiodifusión y competencia económica, la reforma educativa, la reforma en materia de transparencia, la reforma penal que crea el código penal único, la reforma financiera, la reforma fiscal y la reforma energética, desde luego. A éstas hay que agregar, por supuesto, la reforma laboral del 2012 y la reforma político-electoral que también fue recientemente aprobada.
Se trata de un grupo de reformas que, analizadas en forma integral, nos darán una idea clara de que el 2013 fue un año que será recordado como el año de las grandes transformaciones. Son un conjunto de reformas que se complementan de forma extraordinaria y que tienen como consecuencia directa que los distintos sectores de la economía se beneficiarán de un crecimiento en la productividad a lo largo de todos ellos.
No se trata de cambios caprichosos. Se trata de un conjunto de reformas que buscan relanzar a México. Nadie puede negar que México había entrado en una especie de valle, en el que el país crecía a una especie de tasa inercial, pero donde la desigualdad desafortunadamente no estaba siendo disminuida. México se había convertido en un país donde las expectativas de la población en materia de movilidad social estaban prácticamente estancadas.
Para sacudir al país de esa perspectiva nada alentadora, resultaba necesario impulsar una serie de reformas como las ya citadas. Se han presentado muchas resistencias a estos cambios. Se trata de resistencias hasta cierto punto lógicas, de actores que prefieren el statu quo porque les significa mayor rentabilidad económica o política. La mayoría de quienes se resisten al cambio lo hace porque siguen pensando que México se desenvuelve en el entorno mundial de fines del siglo XX. No se han dado cuenta de que el mundo ya es otro y que lo peor que pueden hacerle a México es condenarlo al estancamiento.
Aún hay varios cambios legales pendientes que permitirán consolidar las reformas. Estoy seguro de que habremos de llevarlos a buen puerto pronto.
*El autor es Senador de ¡a República.
* Twitter: @gerardofloresr
Foto: http://www.freedigitalphotos.net