Gerardo Flores
El Economista
La semana pasada, todos los mexicanos fuimos testigos de una serie de situaciones que motivaron una reflexión profunda en torno del proceso de transición a la Televisión Digital Terrestre (TDT) que tiene lugar en nuestro país. De manera específica, surgieron inquietudes de la población en Tijuana, Tecate y Rosarito, todas ciudades de Baja California, en torno de esta medida, que la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) se ha encargado de menospreciar. Sobre el tema hay diversos apuntes que vale la pena realizar.
Por un lado, está un debate a propósito de la verdadera penetración de la TDT en Tijuana. Baste decir que el documento sobre el que la Cofetel se basa para decir nos que la penetración en esa ciudad es de 93.08 % carece de las pruebas estadísticas que cualquier profesional de la estadística haría sobre las mediciones con que cuenta la Cofetel y las suposiciones que esta autoridad hace en torno de diversos tipos de respuestas de la población a una encuesta en particular. Ello debería ser suficiente para no tomar por bueno, a priori, el dato sobre la penetración que el Presidente de la Cofetel se empeña en hacernos creer que es un dato duro, cuando no lo es, aunque muchos lo repitan.
La falta de seriedad del Presidente de la Cofetel encontró su cúspide cuando llegó al extremo de afirmar de manera irresponsable que retrasar el apagón en Tijuana, pone en riesgo la licitación de nuevas cadenas de televisión y el despliegue de la infraestructura para la red mayorista en la banda de 700 MHz. Con la nueva fecha de apagón para Tijuana, 18 de julio próximo, no existen elementos para sostener de manera seria tales advertencias.
En el primer caso, porque las frecuencias que se libraran como resultado del apagón no estarán consideradas dentro del paquete de frecuencias a licitarse en el 2014. En el segundo, porque la reforma constitucional próxima a publicarse prevé que la construcción de la red mayorista iniciará “antes de que concluya el 2014, y estará en operación antes de que concluya el 2018”. Esto es, en lugar de que las frecuencias estén disponibles para el estado en junio del 2013, lo hagan apenas 51 días después, no hace diferencia con respecto a los planes para el des pliegue de la mencionada red. Así que en lugar de generar ansiedad, el Presidente de la Cofetel debería informar con seriedad.
Por lo pronto, lejos de ver el retraso del apagón en Tijuana como una catástrofe, debemos enfocarnos a tratar de extraer de esta experiencia las lecciones que nos permitan mejorar el resto del proceso, para cumplir sin complicaciones, o al menos mucho menores, el último apagón, previsto en varias ciudades del país para el 31 de diciembre del 2015, entre otras, mejorar la forma en que se mide la penetración.
También, podemos afirmar sin duda alguna que a partir del debate público sobre Tijuana, hoy muchos más mexicanos están informados sobre lo que este proceso significa. No hay que desaprovechar el momento, hay que iniciar una campaña intensa de información para que no sólo los habitantes de las demás ciudades que se apagan este año se familiaricen con el tema, sino todo el país. Ello serviría, por ejemplo, para que el proceso de repartición de decodificadores tienda a ser menos oneroso, como resultado de los hogares que de manera anticipada se harán de los equipos necesarios y, por lo tanto, no requieran decodificador cuando los visiten.