El Economista
Mucho se ha dicho en los últimos días sobre la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones que hoy se encuentra en discusión en la Cámara de Diputados. Su mera presentación como iniciativa y la discusión que ya hubo en el seno de la Comisión de Puntos Constitucionales en esa Cámara son dignas de destacarse. Sin duda, contiene grandes avances que, por un lado, fortalecerán la competencia en los mercados de telecomunicaciones y de radiodifusión y, por otro, generarán los instrumentos adecuados para que el Estado subsane algunas deficiencias pór lo que hace a la penetración de estos servicios. El resultado de ello será que, en un futuro cercano, los mexicanos gozaremos de mejores precios en la amplia gama de servicios de telecomunicaciones que utilizamos: mayor calidad en la prestación de los mismos, incluidas mayores velocidades en las redes de acceso de banda ancha; mayor cobertura de la infraestructura de telecomunicaciones, e incluso mejor trato a los usuarios por parte de los proveedores de servicios. Ello, combinado con una estrategia de inclusión digital -también prevista en la reforma- , se traducirá en un creciente número de mexicanos con mayores habilidades digitales, mucho mejor capacitados para aprovechar de mucho mejor manera el stock de conocimiento que se encuentra disponible en Internet. La suma de esto permitirá a nuestro país avanzar nuevamente en competitividad en una vertiente en la que, ante la ausencia de una reforma de fondo, nos habíamos venido rezagando. En televisión y radio, se traducirá en mayor número de prestadores de servicios, suma mayores opciones de elección para las audiencias; mayor pluralidad en los contenidos y seguramente, una reconfiguración en el mercado de publicidad, en todos sus segmentos, incluida la que se transmite en televisión abierta, radio, televisión restringida, Internet y medios impresos. La enumeración de estos resultados se enmarca dentro de un esfuerzo de síntesis, de un esfuerzo que ante todo trata de ser objetivo. Lo anterior lo consigno porque también en los últimos días he llegado a leer, escuchar o ver juicios de valor sobre lo que representa esta reforma en materia constitucional, que rayan en el exceso. El más emblemático de estos excesos lo escuché de una Diputada del PRD que llegó a comparar la reforma con la caída del muro de Berlín o, incluso, con una nueva Independencia de México. Se trata de un exceso verbal de alguien que menosprecia o ignora el sufrimiento que padecían quienes vivían bajo el Estado totalitario comunista en Alemania del Este, que incluso le costó la vida a miles de alemanes que trataron de escapar de ese horizonte sin porvenir. La misma Diputada comentó en Twitter que con la reforma, las estaciones de televisión o radio de carácter comunitario, educativo o cultural podrán competir con las grandes estaciones comerciales. Completamente falso. Hasta donde yo creo entender, quienes pugnan por mayor apertura para este tipo de opciones en radiodifusión no lo hacen para competir con las grandes estaciones comerciales. Lo hacen por tener, simplemente, una opción para expresarse que no esté sujeta al criterio del rating de las estaciones comerciales. En suma, se trata de si apoyar la reforma, condüciéndonos con la objetividad que requiere un esfuerzo sin pre cedente como el que se impulsa en estos días.