Gerardo Flores Ramírez | El Economista | 30 Junio 2015
La semana pasada se difundió en redes sociales y en notas de diversos medios especializados en temas sobre Internet, la banda ancha y la sociedad de la información, datos sobre el reporte más reciente publicado por la firma Akamai, acerca de velocidades de acceso a Internet en más de 100 países, que corresponde al primer trimestre del 2015.
De acuerdo con dicho reporte, México aparece en el lugar número 69 con una velocidad promedio de 4.9 megabits por segundo (Mbps), ligeramente por debajo del promedio mundial que Akamai estima en 5 Mbps. De acuerdo con este reporte, el ranking lo encabeza Corea del Sur, con una velocidad de acceso promedio de 23.6 Mbps. De los países del continente americano, Estados Unidos encabeza la tabla, con 11.9 Mbps. De los países latinoamericanos, Uruguay, con 6.7 Mbps, y Chile, con 5.7 Mbps, superan a México.
Al utilizar los datos de este reporte para estimar la velocidad de acceso promedio en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), resulta una velocidad promedio de 11.4 Mbps. Lo primero que destaca de este dato es que representa 2.3 veces la velocidad promedio reportada para México. Otro dato relevante, congruente con otro tipo de reportes -incluyendo los de la propia OCDE-, es que México es quien muestra la velocidad de acceso más baja de entre los miembros de este organismo.
A nivel latinoamericano, resulta importante indicar que en países como Uruguay, Chile, Colombia, Argentina, Perú, Costa Rica y Bolivia, la tasa de incremento de la velocidad de acceso respecto del 2014 es superior a la reportada para México. De mantenerse esos ritmos de crecimiento, podríamos encontrarnos en un lapso relativamente breve por debajo de algunos de estos países.
Un dato que no hay que olvidar es que, derivado de la reforma constitucional, y de los arrebatos del PAN y PRD en el Pacto por México, el Ejecutivo federal quedó obligado a desarrollar una política de inclusión digital universal que garantice que por lo menos 70% de los hogares cuente con accesos con una velocidad real igual al promedio de la OCDE.
Hoy, estamos aún lejos de ello.
Todo esto viene a colación del último párrafo de mi colaboración de la semana pasada, en la que comenté sobre la importancia de incrementar la infraestructura de banda ancha para lograr que se incremente la penetración de los servicios OTT en México y que eso representa un importante desafío para el Instituto Federal de Telecomunicaciones.
Para promover la expansión de la infraestructura, una condición necesaria es que haya un terreno equilibrado que promueva la competencia en el sector telecomunicaciones. En este contexto, la autoridad reguladora no debe subestimar el poder de la figura de la desagregación de la red de acceso local del operador incumbente, o desagregación del bucle local como comúnmente se le conoce. Se trata de una figura que desde luego no es del agrado de Telmex, ni de algunos analistas que le echan porras o de otros que alegan que es una medida regulatoria ineficaz.
No puede pasarse por alto que al día de hoy, en 22 de los 28 países que integran la Unión Europea, los operadores entrantes mantienen un porcentaje nada despreciable de suscriptores de banda ancha a los que se les provee el servicio utilizando la red del incumbente en esos países, es decir, aprovechando la desagregación del bucle local.
Así que la autoridad enfrenta dos desafíos de gran magnitud: i) generar las condiciones que permitan elevar la velocidad de acceso a Internet (fija y móvil) y ii) generar las condiciones que permitan expandir la infraestructura de banda ancha.