En mi columna de hace dos semanas titulada “Los tiempos para la competencia” referí que en la experiencia de EU y de varios países europeos tomó aproximadamente una década para alcanzar condiciones de competencia efectiva y estructura de mercado “no dominante” del operador incumbente en el sector de las telecomunicaciones. En léxico mexicano contemporáneo, para dejar de ser preponderante.
Así, la lógica indica que es prácticamente imposible aspirar a que en México, a escasos tres años de la entrada en vigor de la regulación asimétrica de preponderancia enfocada a reducir la excesiva participación de América Móvil (AMX, Telmex-Telcel) y compensar las ineficiencias que resultan de la falta de competencia, pudiéramos al día de hoy contar ya con un escenario competitivo y balanceado.
Estadísticas publicadas recientemente por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) dan cuenta de una reducción nimia en la participación de mercado de AMX en términos de suscripciones a los servicios de telecomunicaciones en su conjunto.
En la Declaratoria de Preponderancia, el IFT determinó que al sumar las suscripciones de AMX en telefonía fija, datos fijos, telefonía móvil, datos móviles, televisión restringida, radiocomunicación móvil de personas (paging) y radiocomunicación especializada de flotillas (trunking) y dividirlas entre el total que alcanzan estos servicios de telecomunicaciones, AMX contaba al segundo trimestre del 2013 (2T13) con una participación de 61.5 por ciento.
En el más reciente reporte estadístico del IFT relativo al tercer trimestre del 2016 (3T16) se identifica que la participación de mercado de AMX se ha reducido en tan sólo 0.7 puntos porcentuales (¡prácticamente nada!) al pasar de 61.5 a 60.8% durante el periodo en cuestión.
Ello en razón de la escasa disminución en su participación de mercado en los segmentos de líneas fijas y móviles, así como derivado de un aumento considerable en su ponderación en banda ancha móvil (BAM), al pasar de 62.0 a 70.4%, un aumento de 8.4 puntos porcentuales.
Resulta especialmente relevante la desproporcionada participación que alcanza AMX frente a sus competidores en el segmento de BAM, no registrada en ningún país del mundo y que supera por 54 puntos porcentuales a aquella del segundo proveedor en el segmento.
Por otro lado, es el consenso en el sector acerca de la evolución y efectividad de la preponderancia, que no sólo no se han reunido las condiciones suficientes para hablar de un rebalanceo del mercado a favor de los operadores, sino que las medidas asimétricas de preponderancia no han logrado revertir los efectos adversos sobre la competencia y la libre concurrencia en el sector.
Ello a partir de identificar un relajamiento o implementación ineficaz de las medidas referidas.
Por ejemplo, al reducir drásticamente las tarifas de interconexión que deben recibir los competidores de AMX, al no contar con precios competitivos en materia de arrendamiento de enlaces dedicados, al carecer de información sobre la ubicación de la infraestructura pasiva de AMX o, incluso, al omitir en las Ofertas de Referencia la permisión de instalar radiobases en las torres del preponderante.
Por todo lo anterior, no se cuenta en absoluto con elementos suficientes para declarar que se ha gestado competencia efectiva en las telecomunicaciones mexicanas.
Si bien han tenido lugar esfuerzos sustanciales para alcanzar este escenario óptimo, las métricas del sector y diferentes evaluaciones a la aplicación y cumplimiento de la regulación asimétrica de preponderancia a su tercer aniversario indican un mínimo avance en la materialización de su objetivo primordial: reducir la excesiva participación de mercado de AMX y nivelar el terreno competitivo para sus competidores.