Rodrigo Pérez Alonso/ Excélsior
Hace tres años, el presidente Barack Obama firmó la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud, después de arduos debates en el Congreso de EU y posiciones partidistas muy marcadas. Se trató de la reforma más significativa al sistema de salud, a efecto de proporcionar mayor cobertura a 45 millones de personas que no contaban con seguro. Esta baja los costos de las pólizas y establece un mercado en internet para que los asegurados busquen al proveedor más barato con la mejor cobertura, entre otros cambios.
El significado de dicha reforma es monumental. Por décadas se ha hablado de reformar el sistema de salud para hacerlo más accesible. Es significativo también en la parte tecnológica, porque es la primera vez que una política pública de este tamaño depende totalmente de la tecnología.
El mercado en línea de seguros de dicha reforma fue anunciado por Obama y lanzado el pasado 1 de octubre bajo preceptos muy ambiciosos. Sin embargo el proceso falló, la página no funcionó bien y Obama tuvo que pedir disculpas. Algunos críticos señalan que lo mejor hubiera sido el despliegue gradual de la página de internet., haciendo pruebas con metas muy definidas en tiempos realistas. Sin embargo, se lanzó todo de golpe pensando únicamente que el dinero público lo resolvería. Se quiso abarcar mucho al mismo tiempo.
Lo anterior sirve de lección para las políticas en la materia que se quieren desplegar por parte del gobierno de la República: la Estrategia Digital Nacional. El pasado lunes, el gobierno lanzó la estrategia con el objeto abstracto de lograr un México Digital en el que la adopción y uso de las (tecnologías) maximicen su impacto económico, social y político en beneficio de la calidad de vida de las personas. Para ello, hace uso específico de cinco objetivos, como la transformación gubernamental, economía digital, educación, salud y seguridad.
Sin duda, es un gran acierto tener al fin una política pública digital coordinada y reconocida desde Los Pinos. Sin embargo, es también un peligro inminente que una política de esa magnitud no se sustente con mayores elementos tecnológicos, tiempos, pruebas y objetivos concretos. La generalidad y abstracción pueden
ser un riesgo al efectuar tantas políticas tan complejas por sí mismas, como poner en línea más de siete mil trámites, la cartilla de salud electrónica, el certificado electrónico de nacimiento y la interoperabilidad de Ios sistemas de todas las dependencias (todos parte de una agenda de e-gobierno).
La reforma constitucional de telecomunicaciones ha sido hasta ahora la principal y más acertada política relacionada. La Estrategia Digital Nacional tiene la oportunidad de complementar estas reformas al brindar una plataforma para que los ciudadanos puedan acceder a estos servicios en línea y bajar los costos de transacción. Tampoco hay que olvidar la experiencia, capacidad y políticas de inclusión a cargo de la coordinación de la Sociedad de la Información de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Obamacare sirve de lección de lo que puede suceder si no se planea bien el uso de las tecnologías en el gobierno. Tenemos una gran oportunidad por delante.
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