Rodrigo Pérez Alonso/ Excélsior
Mientras escribo esto, en el Senado de la República se debaten las reformas a la Constitución para incorporar figuras como la reelección y el tope de gasto de campañas, ambas parte de un nuevo sistema político. Según las declaraciones de los miembros de las bancadas del PAN y del PRI, lo más probable es que a esta discusión le siga la de las reformas al marco jurídico del sector energético en nuestro país. Ambas reformas son los factores de división del Pacto por México, algo que ya se ha hecho manifiesto por el PRD.
Lo interesante de este debate ya no es el tema técnico-económico, de eficiencia energética o de métodos de inversión que se incorporan en la reforma energética, sino un tema de identidad de los partidos políticos y rentabilidad política (y lo más probable económica). El tema energético ha sido por años un tema tabú para la clase política mexicana, sobre todo en el de la explotación del petróleo. Ahora, los principales protagonistas, López Obrador y el PRD, han hecho de este debate parte de su identidad.
Para López Obrador esta reforma es la oportunidad de mantener vigente su oposición al gobierno y sobre todo volverse el paladín de la defensa del petróleo. Sin embargo, el PRD también ha buscado posicionarse en el debate energético para obtener bonos políticos ante el riesgo de fragmentar su base con el nuevo partido de López Obrador. Con un enemigo en común, la privatización energética, sus tribus se pueden alinear para luchar contra este riesgo ideológico. Así, el PRD y López Obrador han hecho del tema energético parte de su identidad política. No resistir, como lo han hecho hasta ahora, significa lo que en culturas orientales señalan como perder la cara; es decir, perder legitimidad y claudicar ante sus posturas históricas de privatización del petróleo y el sector.
Esto era ya previsto por los integrantes del Pacto por México; la liga se rompe con la reforma energética. Las fuerzas internas del PRD no hubiesen permitido continuar con este debate sin un costo muy alto para su liderazgo. Por ello, usaron su pieza más conservadora, Cuauhtémoc Cárdenas, para sostener la identidad del PRD ante esta “ofensa”.
Lo que tampoco se ha mencionado es que existen fuerzas externas que apuestan al fracaso de cualquier intento de reforma al sector energético. Probablemente la más importante resistencia interna son los sindicatos, quienes pueden ver afectadas sus rentas. No sería sorprendente encontrar que han financiado las movilizaciones e incluso respaldado al PRD y a López Obrador en sus acciones de resistencia en contra de las reformas.
Pacto por México y telecomunicaciones… El rompimiento del Pacto por México puede significar un riesgo para completar la reforma de telecomunicaciones, en particular la ley secundaria. Sin la participación activa de todas las fuerzas, se pueden dogmatizar las posturas en los puntos finos de la ley y darle así mayores elementos para sembrar dudas a los tradicionales críticos del sector (patrocinados o institucionales).
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