El domingo pasado hubo un magno concierto en el Zócalo capitalino en el que durante seis horas varios artistas donaron su tiempo para mandar un mensaje a efecto de “inspirar ayuda” para las cientos de miles de personas afectadas por los sismos de los pasados 7 y 19 de septiembre. ¿De verdad sólo dio a OCESA, talento artístico, medios de comunicación y autoridades para “inspirar ayuda” entre la sociedad mexicana?
Pues sí. Sólo fue un concierto para “inspirar” (no sé a qué), pero a pesar de seis horas de participación de artistas de talla internacional y de transmisión simultánea por la red nacional de Canal 5 con una audiencia enorme y un promedio de 2.3 millones de personas sintonizando el macroevento a lo largo de su extensa duración, no se juntó un solo peso para los damnificados de los sismos.
Se decidió dar entrada gratuita, en vez de escoger un recinto cerrado en el que se hubiera podido cobrar un boletaje a favor de los damnificados. Se decidió no establecer un número telefónico para recibir donativos. Tampoco se optó por patrocinadores del evento que donaran recursos. Y es que nadie se anima a hacer estas cosas por el enorme riesgo que conlleva pedir y administrar recursos provenientes de la sociedad. Ahí está el caso del Teletón que cada año es difamado con mentiras y el costo sólo lo pagan los niños con discapacidad.
Ni instituciones como el DIF nacional, la Cruz Roja o incluso la Iglesia católica quisieron arriesgarse por temor a críticas y por la desconfianza tan grande que hemos generado entre mexicanos. Así, simplemente no hubo nadie que se animara a pedir, ni mucho menos, a administrar el dinero.
Y es una pena, pues el evento fue copiado de lo que hace unos días se hizo en Estados Unidos para recaudar fondos para los damnificados de los huracanes Harvey e Irma que afectaron Texas y Florida. En este caso, hubo todo lo que le faltó al concierto del Zócalo: patrocinadores, número telefónico para hacer donativos con tarjeta y un número SMS para hacer donativos vía celular por 25 dólares. En este concierto, Hand in hand: A benefit for hurricane relief, se juntaron durante su hora de transmisión nacional, 55 millones de dólares (el equivalente a mil millones de pesos).
En México, con un evento y una transmisión de seis horas, una audiencia televisiva de millones (el segundo programa más visto en TV nacional después de Bailando por un sueño) y 200 mil personas en el Zócalo, no juntamos ni un centavo para nuestros damnificados. De dar pena y de llamarnos a una seria reflexión.
En Estados Unidos, con todo y la profunda división política que tienen hoy en día, sí hicieron su chamba y juntaron importantes recursos para Rebuild Texas, United Way y Feeding Florida. Con todo y lo que podamos criticar a los estadounidenses, hay causas que los unen y ejemplos que siguen dando.
El evento #EstamosUnidosMexicanos es prueba fehaciente de que, contrario a lo que su nombre infiere, como país estamos más divididos que nunca. Hoy ya nadie se atreve a arriesgar para empezar a acortar diferencias entre mexicanos. Mientras tanto, les quedamos a deber a cientos de miles de damnificados. Les quedamos a deber todos.
*El caso NRM Comunicaciones y Leonardo Curzio. ¿Censura o negocios? Hasta ayer, 85 notas en medios nacionales, incluido el prestigiado periódico The New York Times, han abordado la salida de Leonardo Curzio del noticiero estelar de NRM, 100.1 FM, y de dos de sus principales colaboradores —María Amparo Casar y Ricardo Raphael — a los que se pidió separar de la estación y suspender una mesa política denominada “La tertulia”.
El presidente de NRM, Edilberto (El Güero) Huesca, fue quien dio la instrucción y asumió públicamente las consecuencias de ello. El argumento, dijo, era de “costos”. ¿Podía hacerlo? La respuesta es sí. Según han señalado varios jueces federales, a raíz del despido de Aristegui en MVS el concesionario de estaciones de radiodifusión —aunque se trate de un bien del dominio público y existan derechos de audiencias— sí tiene el pleno derecho de manejar la estación como un negocio privado. Tiene total libertad para contratar y despedir colaboradores y comunicadores.
Las audiencias de NRM, de Curzio, Casar y Raphael tienen el derecho de sintonizar, con un rápido movimiento de dedos, otras cientos de opciones disponibles en el horario matutino.
¿Fue censura? La información es ambigua y cada actor tiene su propia versión: el concesionario y presidente de NRM dice que, por supuesto, no lo fue (aunque la entrevista en la que explica sus razones ha desaparecido de las cuentas del resto de sus comunicadores que la dieron a conocer y compartieron inicialmente). Curzio y Casar han sido cuidadosos, pues aún no señalan públicamente causa ni causante. Raphael claramente lo atribuye a censura y pone como elemento de presión la publicidad gubernamental a NRM. La Presidencia niega cualquier intento de presión, ya no se diga de censura, y dio como ejemplo una coartada impecable: a quienes se les despidió de NRM siguen trabajando con normalidad absoluta en el Canal 11, que es propiedad del gobierno federal, aunque operado por el IPN.
La historia seguramente registrará este caso como censura. Es lo que les conviene a los comunicadores salientes, pues les da prestigio. Es también lo que les conviene difundir al resto de los comunicadores del país, pues le sube el costo al gobierno federal de repetir algo así y las explicaciones —luego borradas— por el concesionario dan pie a ello.
En resumidas cuentas, aún no sabemos si fue censura o no, pero las acciones del concesionario han ayudado a aumentar las suspicacias. El gobierno federal podría intentar mitigar el tema al brindarles un espacio a los tres en la radio pública. Es incierto que los tres acepten llevar ahí su “Tertulia”, sin embargo, eso dejaría al Ejecutivo federal libre de dudas.
Seguramente la lógica del gobierno federal va en el sentido de por qué tendrían que ser ellos los encargados de resolver un problema entre privados. Y tienen razón, salvo por el hecho de que se crean todo tipo de anécdotas a su alrededor y la gente se las cree. No son momentos para que el Ejecutivo federal tenga un nuevo frente abierto con comunicadores y la sociedad civil. Esperemos tengan oficio y en los hechos ni en este caso ni en ningún otro, den elementos para hablar de censura. Mientras esto no suceda, la versión que se consolidará será una de censura para favorecer los negocios.