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En realidad, no hay plan

2020.04.07

Vía El Economista

Siendo honestos, para nadie debió ser sorpresa que el presidente López Obrador haya optado por enfocarse a dirigir este domingo un mensaje desde la soledad de Palacio Nacional, bajo la idea de rendir un informe trimestral que no está previsto en disposición constitucional o legal alguna. Ya sabíamos que tiene especial predilección por ese rito del pasado que ocurría sólo una vez al año cuando el presidente acudía a rendir su informe ante el Congreso de la Unión, que ahora reproduce, al menos cuatro veces por año, sin la grandilocuencia del siglo pasado, pero con la esperanza de lograr pronto esa sensación general de ser el día del presidente.

Desde que acudió a la Convención Bancaria de este año, el 13 de marzo pasado, momento en el que ya era evidente para todos el efecto negativo que el brote del Covid-19 tendría sobre la economía mundial, y desde luego, sobre la mexicana, resultó evidente que el presidente no tenía la intención de estructurar paquete alguno de medidas para hacer frente a la amenaza del retroceso económico, pues en el mensaje que dirigió ahí a banqueros y funcionarios del sector bancario en nuestro país incluso habló de que había “condiciones inmejorables para el crecimiento” y en el que sólo mencionó una vez la palabra coronavirus, por cierto.

En el mensaje del domingo, el presidente apenas esbozó algunas medidas que, según estimaciones que difundió ayer Citibanamex, representan sólo 1.5% del PIB de México. Ya dejó claro que no pretende considerar ningún tipo de política de apoyo al sector productivo de nuestro país, con excepción de un paquete de garantías para créditos para mipymes que se instrumentará a través de Nafin y que el secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, anunció que esta semana se explicaría.

Está claro que la política a la que apuesta la actual administración para hacer frente a la caída de la actividad económica provocada por el Covid-19 está centrada en los grandes proyectos de infraestructura, que desde el principio hemos cuestionado por el costo en bienestar que terminarán significando para la economía mexicana. En ese paquete están desde luego la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, de manera señalada, aparte de la significativa apuesta para incrementar la producción de crudo por parte de Pemex.

El presidente dijo ayer en su conferencia de prensa mañanera que con el enfoque que su administración está siguiendo, centrado fundamentalmente en sus programas sociales, México será un modelo a seguir para otros países. Con el tímido tamaño de los recursos que se piensan canalizar con la intención de preparar a la economía para hacer frente al doble choque que ha ocasionado el brote del Covid-19, dudo que seamos un modelo a seguir por país alguno.

Basta ver el tamaño de los paquetes de estímulo que han estado anunciando diversos países para hacer frente a la crisis provocada por la pandemia del nuevo coronavirus, claro, medidos como proporción del tamaño de sus economías o el PIB; por ejemplo, el de EU representa 10% del PIB; el de Alemania, 28.%; Italia, 21.4%; Japón, 20%; Reino Unido, 15%; Australia, 10%; República Checa, 18%; Hungría, 20%; o España, 8 por ciento.

Frente al tamaño de esos esfuerzos, el de México parece una broma. De ese tamaño será la brecha que se abrirá entre nuestra economía y la de esos países.

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