Durante la conferencia mañanera de ayer 15 de agosto, el presidente dedicó varios minutos para referirse al relevo de titular en la Secretaría de Educación Pública. Antes de anunciar que la nueva secretaria sería Leticia Ramírez, hasta ayer Coordinadora de Atención Ciudadana de la Presidencia de la República, el presidente hizo un recuento de lo que el consideró son las cuatro acciones más relevantes de Delfina Gómez en su papel de secretaria de Educación Pública.
Primero hizo énfasis en el aspecto laboral, lo que él describe como la buena relación con las maestras y los maestros de México, cuestión en la que habló de creación de plazas, que se han mantenido las prestaciones de los maestros, ajustes de sus sueldos, y que como un acto de generosa correspondencia, no ha habido paros de los maestros. En segundo lugar presumió, desde un ángulo con una elevada carga de subjetividad, que “se ha avanzado mucho en mejorar los contenidos educativos”, cuestión que genera más dudas que certezas, particularmente porque surgió de un proceso poco transparente que además recurrió al sesgo ideológico para imponer la visión del presidente y su círculo cercano en los libros de texto gratuito.
Como tercer aspecto relevante en ese recuento presidencial sobre la gestión de Delfina Gómez, apareció la referencia al programa “La Escuela es Nuestra” que en realidad es un programa más de corte clientelar que se supone canaliza recursos directo a los planteles para que los padres de familia decidan en qué se van a utilizar, y que sirvió de pretexto para desaparecer los recursos para el programa “Escuelas de Tiempo Completo”, y con ello, afectar a miles de madres trabajadoras que dependían en gran medida de esta opción escolar para poder insertarse en el mercado laboral y contribuir al ingreso familiar, o bien, para fortalecer su independencia financiera. En cuarto lugar, el presidente mencionó que se ha mantenido el programa de becas a estudiantes de educación básica y educación superior.
Y hasta ahí llegó el repaso de acciones llevadas a cabo por Delfina Gómez en su paso por la SEP. Si bien deberíamos estar acostumbrados, después de prácticamente cuatro años de gobierno, no dejó de sorprenderme que los grandes ausentes de esa breve síntesis de lo hecho por su administración en el tema educativo, fueron las niñas y niños de México.
No se molestó en presumir cómo ha mejorado el desempeño educativo de las niñas y niños de México, qué se ha hecho para que tengan acceso a procesos educativos de mayor calidad, qué ha hecho su gobierno para que las niñas y niños de México acudan a planteles cada vez más equipados, o de qué manera ha incrementado de forma importante el presupuesto público para que las niñas y niños de México gocen de mejores condiciones en el proceso de aprendizaje.
El presidente no se atrevió a mencionar ninguno de esos aspectos porque no hay nada que presumir. No hay forma de acreditar que las niñas y niños de México obtienen hoy una mejor educación que la que obtenían hasta 2018 porque entre otras razones, a este gobierno no le gusta que los estudiantes mexicanos puedan ser evaluados frente a sus pares internacionales. La educación de calidad es un tema al que rehuyen en la 4T porque significa lo opuesto a lo que propone la supuesta transformación, que es la medianía con la que se hace todo, la mediocridad pues. No sobra hacer notar que el presupuesto para la educación es hoy menor en términos reales que el aprobado en cualquier año de la administración anterior.
En suma, hoy no hay en nuestro país una política educativa que tenga como eje rector mejorar objetivamente el aprendizaje de las niñas y los niños. No hay futuro.
Sobre la nueva secretaria no hay mucho que decir, mas que el énfasis que hizo ayer el presidente: que fue dirigente de la CNTE, esa vertiente del sindicato de maestros que más que luchar por mejorar la educación de la niñez mexicana, permanentemente se ha dedicado a extorsionar al gobierno de México.
*El autor es economista.