Quizá una de las primeras lecturas que se pueden hacer del proceso electoral del pasado domingo es el evidente hartazgo de los ciudadanos por los burócratas y un claro afán de revancha. No importa de qué estado hablemos, el común denominador, salvo contadas excepciones, fue el de mandar a su casa a los que gobernaban para poner a otros, aunque fueran desconocidos o sin una clara trayectoria. Se trató en realidad de un amplio voto de castigo para los gobiernos salientes más que de una verdadera elección de nuevos gobernantes y nuevas propuestas.
Este voto inverso, que en su ceguera los partidos siguen festejando como normalidad democrática sin darse cuenta de que simplemente es la punta del iceberg que habrá de barrer con todos ellos más temprano que tarde, tiene a la corrupción desmedida como la más clara de sus fuentes; pero también la incompetencia en materia de seguridad y bienestar económico ha roto las bases del pacto social.
Hoy ya nadie cree en lo que nos dicen los partidos ni las entidades de ninguno de los poderes ni de ninguno de los niveles de gobierno. De tanto abusar de la publicidad y la propaganda basura, sus palabras carecen de sentido. Su spots ridículos, con canciones baratas; sus promesas para subnormales, que atentan contra la más elemental inteligencia; sus tribunales de justicia, que se anuncian como si tuvieran que competir por clientes, solamente han ampliado la distancia entre nosotros y ellos.
Ellos, desde su escritorio, siguen percibiendo un mundo que no existe. Siguen creyendo que buenas reformas de papel se van a materializar por arte de magia, mientras siguen balaceándose en la cuerda floja, tratando de cambiar para que nada cambie. Aunque el mensaje es claro, estos señores no se han dado cuenta. La gente está cansada de publicidad y atole con el dedo, quiere resultados y los quiere ya.
En el sector telecomunicaciones, tenemos una buena reforma, pero un regulador timorato, que ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para descafeinarla, limarle el filo, convertirla en cuchillito de palo: que pegue pero que no corte. Como la ley le impuso tarifa de interconexión cero al preponderante, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) le bajó casi a la mitad la tarifa que éste debe pagar a sus competidores; como la ley lo obliga a compartir su infraestructura, el IFT le permite fijar precios; como el IFT obligó a Telmex a desagregar su red, aquél le permite a Telmex vender a usuarios finales más barato de lo que vende a sus competidores, etcétera. En pocas palabras, un órgano regulador coludido con su principal regulado. Una autoridad que no trabaja para usted o para mí, que somos los que le pagamos. Una autoridad que se comporta igual que el INE o el Trife, que trabajan para los partidos políticos, aunque en sus anuncios digan que trabajan para usted y para mí. ¿Usted cree que el INE o el Trife de verdad trabajan para nosotros? Yo tampoco.
¿Alguna vez el IFT le ha ayudado a resolver algún agandalle de alguna empresa de telecomunicaciones? Tal vez de alguna de las chiquitas sí, porque traen línea de pegarle a los competidores, pero de Telmex o Telcel apostaría que no. A ellos no los tocan ni con el pétalo de un reporte. Acaban de publicar varios reportes en los que, quitados de la pena, dicen que Telmex y Telcel cumplen con todo. Absolutamente todo. Aunque fueron cuidadosos y aclararon que cumplen con todo….. en el papel. Lo demás no lo revisan. O si lo revisan, no encuentran nada. O si lo encuentran, lo esconden. O algo así, ya sabe usted.
En fin, que se acerca el 2018 y el IFT sigue sin contralor. ¿Por qué será?