Nuevamente el fantasma de los operadores móviles virtuales (OMV) comienza a merodear por los mercados de América Latina. Lo intrigante de este reciente interés por los OMV es la creencia de que ante el desinterés mostrado por potenciales nuevos operadores de entrar a competir construyendo su propia red de telecomunicaciones, los operadores móviles virtuales son una vía para incrementar la oferta a los usuarios y expandir servicios a aquellas localidades que en la actualidad no cuentan con numerosos proveedores de servicios de telecomunicaciones.
Admito que hay un poco de verdad en esta creencia, los OMV sí logran incrementar la variedad de ofertas que reciben los usuarios. El detalle no menor es que este incremento se da en aquellas zonas que son parte del mercado potencial al que apunta el OMV. Que el OMV pueda rentar capacidad de una o más redes móviles en el mercado, teóricamente ofreciendo a sus clientes cobertura nacional, no significa que esto ocurra de forma proactiva.
En la gran mayoría de los casos, la utilización de las redes de los operadores con red por parte de los usuarios de los OMV se da cuando éstos viajan por distintos destinos del país. ¿Cómo puede un gobierno o un analista definir cuál es el mercado geográfico potencial de los OMV? De manera muy sencilla, sólo identifiquen dónde tienen establecidos sus puntos de venta.
Otro dato interesante que no debe ser obviado en las discusiones sobre el rol de los OMV en el mercado es que estamos hablando de un modelo de negocios en plena evolución. Esto implica que no necesariamente los OMV que generen más tráfico tengan como interés ofrecer servicios a individuos o al mercado masivo. Con los avances en la habilitación y administración de OMV por terceros es viable que una empresa nacional decida optar por montar su propio OMV interno, incorporándole de ser necesario aplicaciones específicas para que sus usuarios puedan incrementar su productividad. Por otro lado, cualquier conversación sobre OMV en América Latina debería comenzar destacando las diferencias en dinámica competitiva de los mercados regionales con la que experimentaban los mercados europeos durante la explosión de los OMV luego de 1998. Asimismo, reconocer las diferencias en los servicios que ofrecen las tecnologías móviles en la actualidad con las de hace casi dos décadas debería ser tarea obligatoria.
Cualquier investigador interesado en la historia de los OMV indicaría que durante la gran mayoría de la década de los 90 este modelo de negocios no fue muy exitoso. Otro aspecto que encontrarían es los cambios en los acercamientos regulatorios hacia este modelo que inicialmente se veía como depredador de ingresos y luego como unidad de negocios adicional que podría impactar positivamente en las finanzas de los operadores de red. En esos años también se veía a los OMV como un paso previo a todo aquel interesado en eventualmente construir su propia red pero deseaba entrar lo antes posible a ofrecer servicios móviles; en América Latina ése fue el objetivo mal logrado de COTAS Móvil.
La realidad en algunos mercados de América Latina es ahora un poco distinta cuando se habla de los llamados operadores OMV híbridos. Son aquellos que poseen espectro pero sólo despliegan su red en aquellas zonas de alto tráfico generado por sus usuarios. En el resto del país viven de utilizar la red de los operadores establecidos.
El nuevo desafío para los reguladores es cómo fomentar inversión en nuevas tecnologías por parte de operadores híbridos que no utilizan el espectro que se le ha asignado en zonas donde carecen de red propia, operando como OMV o por roaming nacional. Ante la falta de espectro radioeléctrico, ¿qué hacer en esos casos? ¿Sin puntos de venta a nivel nacional, realmente tiene el operador híbrido interés de expandir su operación? Preguntas nada sencillas de responder.