2021.02.09
Vía El Economista
El mercado petrolero internacional le está empezando a jugar una mala pasada al gobierno del presidente López Obrador. En lo que va de febrero, los precios del barril de petróleo han mostrado una clara tendencia alcista, ha sido el caso del West Texas Intermediate (WTI) y el de la mezcla mexicana. Esa tendencia ha empezado a reflejarse en el precio de la gasolina en los Estados Unidos. De hecho, también en México.
Por ejemplo, en los últimos 30 días, el precio de la gasolina regular se ha incrementado en 7.1% en el mercado minorista en nuestro vecino del norte. En el mismo lapso, el precio de la gasolina equivalente en el mercado mexicano, la gasolina Magna que se vende en las gasolinerías de Pemex, reflejó un incremento de 9.1 por ciento.
El tema lo traigo a colación porque una de las promesas que el presidente López Obrador ha sostenido con mayor énfasis desde que inició su administración es la de que no se incrementará el precio de la gasolina en términos reales. Comparando con los precios que se observaban el 8 de febrero del año pasado, los precios observados ayer en la Ciudad de México indican que el incremento en el curso de un año fue de 4.05 por ciento. En el mismo lapso de tiempo, la inflación habría sido de 3.33 por ciento. Esto significa que al menos en los últimos 365 días, se observa un ligero incremento en términos reales, ello porque el aumento porcentual del precio de la gasolina es mayor que la inflación.
Pero la cuestión de fondo es que, para poder sostener la promesa del presidente, el gobierno federal ha tenido que recurrir nuevamente a lo que se denomina como “estímulo fiscal” del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) de la gasolina. Es decir, el gobierno federal se ve obligado a sacrificar ingresos que obtendría por el IEPS a la gasolina, con el propósito concreto de “mantener estable el precio de la gasolina y evitar los gasolinazos”, según lo declaró en Twitter el subsecretario de Hacienda el pasado viernes.
El problema es que estamos frente a un escenario de precios crecientes de la gasolina en el mercado internacional, lo que obligará a la 4T a sacrificar ingresos fiscales en los siguientes meses por la recaudación de ese impuesto, lo que en un año complicado para las finanzas públicas, particularmente por la lenta recuperación de la economía mexicana, no es del todo conveniente. Sin embargo, antes que dejar que el mercado de la gasolina refleje en México las condiciones de oferta y demanda, con períodos de precios relativamente bajos y otros con precios relativamente altos, como lo preveía la reforma energética que disgusta mucho al presidente y su equipo, el gobierno prefiere mantener su promesa populista, que como en el pasado, afecta el flujo de ingresos del sector público.
Aún cuando se argumente que al mismo tiempo que se hace este sacrificio, el gobierno federal también obtiene mayores ingresos por la venta de petróleo mexicano, la situación de este año hace particularmente difícil estar incurriendo en sacrificios fiscales.
Así, en un momento en el que el gobierno requiere de cada peso potencial de ingresos, concretamente por las presiones que impone la pandemia del Covid-19 y la imperante necesidad de comprar en el menor tiempo posible la mayor cantidad de vacunas contra el Covid, la 4T se da el lujo de contener artificialmente el precio de la gasolina.
Así que la promesa del presidente, por un lado, y la prospectiva de precios internacionales de la gasolina crecientes, obligarán al gobierno de la 4T a un sacrificio fiscal relevante en los próximos meses, especialmente aquellos previos a las elecciones previstas para el 6 de junio. Habrá que ver después qué otros sacrificios tuvo que asumir el gobierno, por no poder atender o resolver otros problemas que enfrentan los mexicanos.