2021.09.28
Vía El Economista
Muchos especialistas, sobre todo desde el ámbito de la ciencia política han estudiado las distintas formas que el populismo ha adoptado en diferentes momentos de la historia universal y en diversas regiones del mundo, también lo han hecho otros especialistas desde otras disciplinas, como es el caso Barry Eichengreen, economista enfocado a los campos de la política monetaria y las finanzas, pero también a la historia económica, profesor de la Universidad de California en Berkeley, quien en su libro “The Populist Temptation: economic grievance and political reaction in the modern era” (La tentación populista: agravios económicos y reacciones políticas en la era moderna), de Oxford University Press (2018) se refiere a diversos factores que caracterizan a un gobierno populista, sobre todo en el contexto de la historia moderna.
Entre otras cuestiones, Eichengreen enumera, y analiza desde luego, lo que pueden considerarse como características o actitudes comunes a gobiernos populistas. Por ejemplo, señala que para empezar, los populistas dividen a la sociedad, entre élites y el pueblo. Asimismo, esa inclinación por segmentar a la sociedad entre “buenos“ y “malos”, y a amalgamar a distintos grupos en el bloque de los “buenos”, tiende a producir un antagonismo casi instintivo hacia los que se considera tecnócratas y hacia las agencias gubernamentales. Para el populista, los tecnócratas son miembros de la élite, y considera que recurrieron al uso de información privilegiada y al acceso preferencial para alcanzar sus objetivos. En su visión, agrega Eichengreen, las agencias gubernamentales, como los órganos reguladores autónomos, justamente en virtud de esa independencia y de la complejidad de sus procedimientos, se encuentran “alejados de la gente”. Bajo esta premisa, los políticos populistas generalmente cuestionan la integridad de los banqueros centrales.
En este contexto, en opinión de Eichengreen, las políticas económicas que los populistas instrumentan comúnmente son dañinas y destructivas, y el impacto de los populistas sobre las instituciones políticas es corrosivo, por citar solo algunos conceptos que aborda este reconocido economista en el libro que señalé al inicio de esta colaboración, que recomiendo ampliamente desde luego.
Lo anterior lo traigo a colación a propósito de un ejemplo más de acciones o decisiones carentes de lógica y razonabilidad, que básicamente se enmarcan en ese ánimo populista de identificar grupos de la sociedad a los que se puede poner como antagonistas del pueblo, que a base de propaganda y la fuerza del Estado, son señalados como parte de la élite. Me refiero por supuesto a ese lance en contra de la comunidad científica de nuestro país, a quienes ahora se busca estigmatizar y perseguir penalmente, solo porque le caen mal al líder del movimiento populista que ahora gobierna nuestro país, me refiero desde luego al presidente López Obrador.
Mientras esta nueva persecución, que busca desmantelar también el andamiaje académico y científico de nuestro país que, es verdad, tiene muchas oportunidades de mejora pero no amerita el absurdo lance destructivo y sin razón que se ha puesto en marcha, los mexicanos seguimos atestiguando cómo ese ánimo destructor de instituciones y de marcos normativos modernos no cede en su ritmo erosionador, y simplemente está gestando un peor futuro que el que enfrentaba México hace apenas tres años.
Y sí, han sido suficientes apenas tres años para desmantelar buena parte del Estado moderno que se había construido, plazo en el que se ha empoderado a una institución como son las fuerzas armadas, que si bien es una institución noble, no puede ser la punta de lanza de un estado moderno. En suma, muchas de las acciones, decisiones o actitudes de este gobierno, se encuadran perfectamente en el perfil de los gobiernos populistas que Barry Eichengreen analiza con conocimiento y experiencia. Por más que lo nieguen, hoy estamos sumergidos en una clara opción populista que no dejará nada bueno a México.