El pasado 13 de septiembre escribí en este espacio sobre la presentación del Paquete Económico para el ejercicio 2017 que había llevado a cabo el secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade, conforme lo prevé la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria. En esa ocasión, me referí a varios aspectos del paquete que merecen la pena destacar. De manera central, señalé que es importante el planteamiento de apegarse a los compromisos previos para estabilizar la relación endeudamiento a Producto Interno Bruto (PIB). También es necesario destacar el compromiso de la administración del presidente Peña Nieto por no crear nuevos impuestos, así como tampoco incrementar los existentes.
En la discusión sobre las características del Paquete Económico propuesto para el 2017, resulta imperativo no perder de vista la muy clara y amplia explicación que hizo el secretario Meade durante su comparecencia en la Cámara de Diputados la semana pasada, sobre cómo a partir del 2008, cuando inició la peor crisis económica y financiera que ha azotado a la economía mundial desde la década de los 30 del siglo pasado, México se vio obligado a utilizar la política fiscal como una forma de estímulo a nuestra economía, lo que implicó recurrir a endeudamiento como una forma de financiar ese esfuerzo fiscal.
En este contexto, a pesar de lo que algunos no quieren ver, hay que destacar el resultado positivo de la reforma hacendaria del 2013, que permitió mejorar la estructura de ingresos del gobierno federal, donde los ingresos tributarios han mostrado un crecimiento real importante, de manera tal que la razón de Requerimientos Financieros del Sector Público a ingresos tributarios ha mejorado de manera notable, al pasar de 4.5 veces en el 2012 a 3.7 veces en el 2015.
Todo esto ocurre en un contexto internacional adverso, que aún se caracteriza por la elevada volatilidad en los mercados financieros, un nivel de precios que muestran resistencia por recuperarse, una débil recuperación del crecimiento global, un desempeño del comercio mundial muy por debajo de los ritmos de crecimiento que mostró durante varias décadas. Asimismo, no debemos pasar por alto las presiones sobre el tipo de cambio que se derivan principalmente de los temores de que Donald Trump llegue a la presidencia de Estados Unidos en noviembre, riesgo que después del debate de anoche afortunadamente parece diluirse. En síntesis, México sigue enfrentando una perspectiva complicada en el panorama económico mundial. En este contexto, no puede pasarse por alto la prudencia fiscal que representa el Paquete Económico para el 2017.
Bajo este aún complicado escenario internacional, resulta imperativo que tanto el Poder Ejecutivo como el Poder Legislativo actuemos con responsabilidad. De manera particular, hoy más que nunca, resulta imperativo que la Cámara de Diputados discuta con serenidad el Paquete Económico y, con una mirada más allá del 2017, evite caer en la tentación de alterar el objetivo de lograr un superávit primario en las finanzas públicas y con ello permitir estabilizar la relación endeudamiento a PIB.
El mensaje debe ser contundente: tanto la Cámara de Diputados como la Cámara de Senadores deben enfocarse a permitir que México pueda enviar un señal clara, tanto a los mexicanos como a los mercados internacionales, en el sentido de que somos un país que seguirá privilegiando un buen manejo de las finanzas públicas. No hacerlo sólo nos pone en una ruta de inestabilidad, algo que, estoy seguro, ningún partido político está buscando.