Si bien doy seguimiento permanente a lo que ocurre en el sector telecomunicaciones, tanto en nuestro país como en otras naciones, en las semanas recientes he prestado especial atención a lo que ha estado ocurriendo en este ámbito, desde decisiones regulatorias, como los eventos que han tenido lugar, quién y cómo los ha organizado, así como las expresiones o declaraciones de diferentes actores, tanto sobre las decisiones regulatorias como en torno a los eventos.
De lo acontecido en fechas recientes, no pasa desapercibido el que haya un ente, claramente identificado por todos los actores del sector telecomunicaciones, como una especie de vocería del preponderante, que celebra las decisiones regulatorias, agregando de manera pudorosa algunos destellos de crítica; que apapacha a las autoridades, en eventos, en columnas y en redes sociales; que cuestiona a quienes critican al regulador; que declara a los cuatro vientos que vamos por un camino maravilloso; que todo va de forma estupenda, salvo el hecho de que aún no se hayan tomado las medidas que permitan conectar a los desconectados de manera más rápida, que no es otra cosa que un reclamo para que se permita a América Móvil explotar expresamente el servicio de televisión restringida, con lo que según esto, se darían los incentivos para que este operador entre al quite y, como por arte de magia, lleve infraestructura y servicios a esos 50 millones de desconectados que la competencia no ha podido o querido atender. Claro, todo esto desde su muy particular óptica.
Estos apologistas del órgano regulador, que al mismo tiempo se han convertido en sus promotores —no en balde cobran más de 400,000 pesos al año a esta distraída autoridad reguladora—, descalifican, por ejemplo, el que se cuestione la actuación del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) como de manera seria y consistente lo hicieron los distintos operadores que han comprometido miles de millones de dólares de inversión en infraestructura en nuestro país en la reciente consulta pública sobre la efectividad de las medidas de preponderancia que llevó a cabo esa autoridad. Su única gran crítica es sobre ese pendiente, según el plan de negocios de su patrocinador, que es el mercado de televisión restringida.
En este contexto, no extraña su desparpajo para afirmar que en México ya hay competencia efectiva. Algo que desde luego no se toman la molestia en demostrar con números y con un análisis serio de competencia, simplemente porque no hay economista serio que pueda afirmar, con las condiciones actuales de los mercados, que en México ya hay competencia efectiva.
Valdría la pena que la autoridad reguladora tenga presente que su mandato central es poner en marcha el marco regulatorio que garantice que los servicios de telecomunicaciones se presten en forma eficiente en un marco de competencia efectiva, de manera que los consumidores puedan obtener un mayor bienestar, aunque en el camino para ello no coseche aplausos cotidianos. Sería altamente preocupante que en un afán de obtener reconocimiento mediático, se ponga en manos de la vocería informal de ese agente económico cuya conducta es evidente que no ha logrado controlar.
El desafío por poner en orden el sector telecomunicaciones es enorme, sobre todo por tantos años de ausencia de eficacia de las medidas regulatorias, algunas veces por displicencia de las autoridades, otras por defectos del marco legal e institucional. No hay duda de que el IFT ha logrado avances en algunos temas, pero tampoco hay duda que aún no ha logrado erradicar las prácticas del agente económico preponderante para inhibir, frenar o retrasar el crecimiento de los operadores que buscan ser una alternativa frente a los usuarios. Echarse en brazos de la serpiente seductora, ésa que le aplaude con entusiasmo, puede resultar en un desafortunado escenario.