Gerardo Soria Gutiérrez | El Economista | 9 de Septiembre
La empresa de inteligencia de mercado Dataxis reportó que los servicios de audio y video asociado de paga por Internet (OTT), como Netflix y Clarovideo, alcanzarán los 5 millones de usuarios en este año, dato por demás revelador si consideramos que la televisión tradicional de paga tiene sólo 16 millones; es decir, los OTT representan ya 30% del mercado y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) insiste en que no existen, nadie los ve, no son una opción competitiva frente a la televisión tradicional, nos encanta que nos atasquen de anuncios, somos unos apasionados por tener 300 canales de los cuales sólo vemos cinco y demás argumentos llenos de solidez y congruencia.
No importa tampoco que la televisión restringida tradicional (la que sí ha invertido en infraestructura) crezca a 4.1% anual, mientras los OTT lo hagan a 119 por ciento. Para los “expertos” en competencia del IFT, esto tampoco tiene ningún efecto en el mercado ni en el comportamiento de los consumidores ni en el futuro inmediato. Pero veamos por qué tanta necedad del IFT. Según el estudio de Dataxis: “Tras el fuerte proceso de adquisiciones en el mercado de televisión de paga por cable, Grupo Televisa se está afirmando en el segundo lugar en este negocio [conexiones de banda ancha] con 16.4% de los accesos […] Telmex, por su parte, ha estado reportando caída de suscriptores en el 2015 y posee ahora 63.4%, lejos de 70% que poseía a inicios del año pasado”.
¡Aquí está la respuesta! El IFT trae la consigna de declarar a Televisa como agente con poder sustancial en el mercado nacional de audio y video asociado al que se refiere el artículo 39 transitorio de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, para que no pueda seguir adquiriendo redes de cable que le permitan ampliar la cobertura de su infraestructura propia a regiones en donde no la tiene, y así no pueda incrementar su presión competitiva a Telmex. Así de fácil. El resto son pretextos.
De entrada, el IFT alteró el mandato legal y en lugar de analizar el mercado nacional de audio y video asociado, como literalmente ordena la ley, restringió su análisis a mercados municipales de televisión restringida para artificialmente excluir a los OTT; omitió por completo el análisis de la participación de América Móvil en el mercado de audio y video asociado a través de Clarovideo y Uno TV, a pesar de que ambos asuntos están en “análisis” por la Cofetel-IFT desde hace varios años; omitió dolosamente cualquier referencia a la concentración ya declarada entre Telmex y Dish, aun cuando Dish es un participante en el mercado de televisión restringida, y América Móvil, a través de Claro, es el mayor operador de televisión restringida en América Latina, con todo lo que ello implica en cuanto a capacidad para manipular precios, vender debajo de costo, desplazar competidores y conseguir exclusividad de contenidos, entre otras prácticas anticompetitivas.
Como diría Monsiváis, para documentar nuestro optimismo, van otras perlas del IFT en beneficio de su patrón: (i) aprobación de ofertas públicas de referencia sin objeto ni precio, y que consisten sólo en contratos de adhesión con condiciones leoninas que no cumplen ni los requisitos de la Profeco para este tipo de contratos; (ii) determinación de tarifas de interconexión en perjuicio de todos los operadores (que son los que cobran) y en beneficio de Telmex-Telcel (que son los que pagan), sin seguir procedimiento alguno, a pesar de que el procedimiento y los plazos fueron claramente establecidos en la ley; (iii) modificación arbitraria y sin procedimiento de la resolución del desacuerdo de interconexión entre Telmex y Telefácil para decir que no se había resuelto la tarifa de interconexión (cuando expresamente se hacía referencia a ella), con tal de que Telmex pudiera aplicar las tarifas mencionadas en el punto (ii) anterior, y un largo etcétera.
Para rematar, otra vez, ¿cómo pretenden declarar a Televisa dominante en televisión restringida sin resolver primero el caso Dish-América Móvil? ¿De verdad su cinismo da para tanto?