2020.05.05
Vía El Economista
A través de su mensaje de video del domingo pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador nos anunció la publicación de un documento bajo el título “Algunas lecciones de la pandemia Covid-19”, en el que bajo el pretexto de analizar los desafíos que ha significado la aparición del brote provocado por el virus conocido como SARS-COV-2, hace una serie de reflexiones alrededor de lo que el considera el fracaso del modelo neoliberal, al que desde luego culpa de todos los males que aquejan al mundo.
Uno de los conceptos principales que extraje de la lectura del ensayo presidencial es el planteamiento, ya reiterativo, para “reconsiderar los parámetros que se han utilizado para medir el bienestar y el desarrollo de pueblos y naciones”. Conforme ha avanzado su administración, a diferencia de lo que hizo en el pasado al cuestionar el desempeño de administraciones anteriores debido a tasas de crecimiento moderadas o, en algunos casos, mediocres, ahora insiste en señalar que el crecimiento no es lo que verdad importa para medir si hay desarrollo o bienestar.
Desde luego que el crecimiento del PIB en sí mismo no significa que mejoró el bienestar, pero cuando la economía crece es altamente probable que se generen las condiciones para que se alcancen mayores niveles de desarrollo y que mejore el bienestar. Por el contrario, si el PIB no crece, o de hecho, decrece, es altamente probable que empeoren las condiciones de bienestar para muchas familias, y que se frene el desarrollo que se estuviera registrando en algunas regiones del país.
Pues bien, en mi anterior colaboración lo comenté, el sexenio del presidente López Obrador apunta a ser un sexenio que recordaremos por haber sido el período con la peor tasa de crecimiento promedio en varias décadas. Por esa razón, parece que ahora nos quiere convencer de que no importa la tasa de crecimiento. Eso sí, la semana pasada, con un truco metodológico, casi nos convence que el dato sobre la caída de la economía en el primer trimestre del año no fue tan mala si se compara con lo que se observó en algún primer trimestre durante la administración de otros presidentes.
En la conferencia mañanera del 30 de abril mostró una gráfica con las tasas de crecimiento del PIB para el primer trimestre de cada año, respecto al cuarto trimestre del año previo. Ahí, con una amplia sonrisa, nos señaló que el dato del primer trimestre de este año había sido mucho menos malo que el del primer trimestre de 1995, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, o el del primer trimestre de 2009, durante el gobierno de Felipe Calderón, como si las crisis comenzaran todas en un primer trimestre.
El problema es que al haber caído en la tentación de hacer ese ejercicio comparativo, para ser consistente tendría que hacer lo mismo cuando salga el dato correspondiente al segundo trimestre, que los analistas serios anticipan que será muy malo, de una magnitud que no se había visto en México en casi 100 años.
Lamentablemente, conforme avanza el tiempo y se confirma que no habrá un plan real de rescate para la economía, la de México no solo será de las economías que sufran una de las mayores caídas, sino que también tendrá una muy lenta recuperación. Esa será una dura lección.