vía El Economista.
La semana pasada le comenté en este espacio sobre la confusión de origen que soporta la interpretación del presidente López Obrador sobre los compromisos adquiridos por México en el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). En pocas palabras, López Obrador cree que un párrafo en el capítulo de hidrocarburos, que dice que México se reserva la soberanía para modificar su Constitución, es sinónimo de que Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) pueden actuar como monopolios y tener trato privilegiado frente a las empresas estadounidenses y canadienses en el sector energía, aún y cuando esto viole una diversidad de obligaciones asumidas por México en el mismo tratado. Independientemente de que ese párrafo está sólo en el capítulo de hidrocarburos y de que el conflicto con Estados Unidos (por el momento) se refiere al sector eléctrico (que no es un hidrocarburo), López Obrador pretende hacerlo extensivo a toda la economía. Esta distorsión es producto de la ignorancia del presidente y su arcaica ideología que equipara la soberanía de México con la existencia de monopolios estatales. Su postura es tan extraña como pensar que al no haber establecido una disposición similar a su favor, Estados Unidos ha perdido soberanía para modificar su Constitución o sus leyes. Esto es completamente ridículo y así de ridícula es la posición de López Obrador.
En días recientes, López Obrador dijo que enviará al presidente Biden una carta explicándole la soberanía de México y aclarándole que no somos colonia de nadie. Esta carta daría risa si no pusiera a México al filo del precipicio. Es claro que López Obrador no leyó el T-MEC, o si lo leyó, no lo entendió. Su interpretación sobre la referencia a la soberanía mexicana además implicaría un trato discriminatorio para Estados Unidos porque tenemos acuerdos de libre comercio con la región Asia-Pacífico y con Europa que prácticamente blindan la reforma energética del presidente Peña Nieto y que no tienen el texto cuatrotero sobre la soberanía. Evidentemente, el T-MEC prohíbe cualquier discriminación a Estados Unidos en beneficio de otros países; vaya, contiene la famosa cláusula de Nación más Favorecida.
Por ello, México no tiene la menor posibilidad de ganar esta batalla. Efectivamente, el gobierno de López Obrador está violando compromisos comerciales asumidos frente a decenas de países con su necedad de privilegiar a Pemex y CFE y dar preferencia a los combustibles fósiles altamente contaminantes sobre las energías limpias. El problema para todos nosotros, mexicanos de a pie, es que López Obrador siempre gana, y cuando pierde, arrebata.
Plumas tan serias como las de Raymundo Riva Palacio y Enrique Quintana han señalado que el presidente López Obrador, ante la certeza de que un arbitraje sobre este tema sería desfavorable a México e implicaría sanciones comerciales, está dándole vueltas a la idea de que México repudie el T-MEC. Sin importarle las consecuencias catastróficas que una decisión de esa magnitud tendría para el país, y mentalmente incapaz de reconocer un error o asumir una responsabilidad, el presidente López Obrador embestirá contra todo y contra todos, como lo ha hecho a lo largo de su carrera. Ya amenazó con hacer un anuncio espectacular sobre el tema el 16 de septiembre, durante los festejos por la independencia de México.
El endurecimiento de la postura estadounidense en materia comercial no es un hecho aislado. Están también las cada vez más constantes acusaciones sobre el presunto pacto entre el gobierno, Morena y el crimen organizado; la extraña forma en que se está empantanando la extradición de Caro Quintero; y las cada vez más desesperadas y cínicas maniobras para eliminar al Instituto Nacional Electoral y brincarse todas las leyes, con tal de que el grupo que llegó al poder en 2018 se mantenga de manera indefinida. Ante este escenario, es verdaderamente factible que López Obrador, cuya única preocupación es mantener el poder y “pasar a la Historia”, saque a México del T-MEC para tener un pretexto que le permita salvar cara frente a sí mismo y su reflejo en el espejo, si los Estados Unidos continúan indagando los supuestos nexos entre el gobierno y el crimen organizado. De ser así, vendrán días de furia y fuego.
@gsoriag