Todo indica que este año la economía mexicana no va a crecer. Y para el 2020, ayer la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (Cepal) pronosticó apenas un crecimiento de 1.3 por ciento; en consonancia a un aumento en el consumo derivado del gasto social y de un fortalecimiento del salario mínimo, así como de un impulso en la inversión pública y privada.
Esperemos que este pronóstico se revise posteriormente al alza y que la economía crezca al menos en un dos por ciento. Cifra todavía muy lejana del cuatro por ciento ofrecido por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La firma del T-MEC esta semana sin duda fue alentadora. A pesar de que se reabrieron capítulos que ya estaban cerrados, el hecho de que se firmara un acuerdo de libre comercio es una señal positiva para los productores y consumidores mexicanos. Sobre todo, ahora que están de moda políticas proteccionistas en todo el mundo.
Pero sí. El dato es duro pero este año no vamos a crecer. Lo atribuyo principalmente a dos causas. La primera es un debilitamiento en la inversión y el gasto público. La administración entrante llegó a revisar contratos, proveedores, procedimientos, etc., que provocaron un impasse en las compras del Gobierno. Además, centralizaron las compras en la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda, lo que ha provocado cuellos de botella para ejecutar procesos licitatorios.
La segunda causa es el debilitamiento o casi nula inversión privada. Los capitales privados, nacionales o extranjeros, no tienen confianza en el gobierno, así de fácil. Los señores del dinero no ven un país donde sus inversiones puedan tener retornos atractivos, por falta de un marco institucional sólido. Esto sumado al angustiante entorno de inseguridad que se vive en todo el país.
Por más reuniones que se hagan en Palacio Nacional con empresarios, donde se comprometen a invertir miles de millones de pesos en distintos proyectos, la realidad es que al día de hoy no se ha concretado nada. En inglés hay un dicho que reza: “put your money where your mouth is”. Una traducción al español sería: “pon tu dinero donde está tu boca”. Esto en referencia a que hablar no sirve de nada, si no respaldas con dinero lo que dices. Ya veremos si los grupos empresariales realmente van a invertir lo que han prometido.
Estos dos efectos, tanto el escaso gasto público, como la desconfianza de los inversionistas, es lo que principalmente se traduce en un crecimiento de cero por ciento. El Gobierno debe entender esta realidad y debe actuar en consecuencia. Tiene que abrir ya la llave del gasto, al tiempo de mandar señales de confianza a los inversionistas. Que los empresarios vean rentabilidad en los proyectos. De otra manera, estaremos condenados a tener una economía en estancamiento.