En las últimas semanas y seguramente como parte de su cabildeo para salir de la preponderancia, América Móvil y sus ONG afines, junto con los Slim Media que tan bien ha documentado la revista Etcétera de Marco Levario Turcott, han propalado noticias, notas y artículos de opinión, en los que argumentan que el nivel de competencia del sector telecomunicaciones en México es más alto que en Estados Unidos o España, y pretenden justificar su afirmación bajo el supuesto de que los precios que ofrecen Telefónica y AT&T en México son entre 60 y 70% más bajos que los que ofrecen en sus países de origen.
América Móvil y sus voceros parecen olvidar la gran disparidad entre el ingreso per cápita de los estadounidenses o españoles frente a los mexicanos, la diferencia en los costos de operación de las redes, el entorno regulatorio, pero, sobre todo, la calidad, capacidad y velocidad de los servicios ofrecidos en cada mercado. Mientras México cuenta aún con un pobre despliegue de las redes 4G y la mayoría de los usuarios siguen utilizando redes 2G, en los Estados Unidos y Europa el común denominador son la redes 4G con alta capacidad para la descarga de datos y con servicios de telefonía por lo menos confiables.
¿Cuántas veces al día se le cae a usted la llamada? ¿Cuántos intentos de llamada tiene que hacer para poder conectarse? ¿Tiene problemas para bajar un correo electrónico o ver un video? ¿Qué tan seguido? ¿Diría usted que los problemas de calidad en los servicios de telecomunicaciones son la excepción o son la regla?
Sabemos que América Móvil está acostumbrada a cobrar precios de primer mundo y ofrecer servicios de tercero, y es natural que la sacudida que le propinó la reforma en telecomunicaciones y la agresiva entrada de AT&T al mercado mexicano no la tenga muy contenta, pero de ahí a pretender engañarnos a todos haciéndonos creer que vivimos en el paraíso de la competencia hay un gran trecho. No hay competencia que valga mientras los precios sigan siendo superiores a la calidad ofrecida; tampoco mientras el agente económico preponderante siga controlando el 70% del sector telecomunicaciones en México.
La precios han bajado, es cierto, pero el principal motivo han sido las reformas legales y no la operación eficiente de los mercados. Fue la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR) la que impuso a América Móvil la tarifa de interconexión cero, la prohibición del efecto club y la eliminación de la larga distancia, y son precisamente estos factores los que han tenido un efecto determinante en la reducción de los precios al usuario final.
No podemos ignorar, por supuesto, la importante inversión de AT&T en la ampliación y reconfiguración de su red para ofrecer servicios 4G LTE con una mayor calidad y cobertura. Tampoco los importantes esfuerzos comerciales tanto de Telefónica como de AT&T para atraer más clientes.
Las medidas legislativas que lograron la reducción de precios tuvieron un impacto de una sola vez y no se repetirán. Las medidas regulatorias impuestas por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) han sido completamente inútiles para fomentar la competencia en el sector. Tan es así, que salvo algunos contratitos de pantalla que soportan tráficos raquíticos o unas pocas decenas de sitios celulares arrendados al preponderante, las ofertas de referencia aprobadas por el IFT simplemente son económicamente inviables para los competidores.
Afortunadamente ni la Constitución ni la LFTR cayeron en el engaño ya viejo de pretender equiparar competencia con caída de precios. Los legisladores sabían que la práctica monopólica más evidente es el estrangulamiento de márgenes, por eso la única manera de dejar de ser preponderante es bajar de 50% de participación en el sector, medido por número de usuarios, volumen de tráfico o capacidad de red. Los precios nada tienen que ver, aunque América Móvil pretenda hacernos creer que así es, para después volver a sus viejas prácticas y subirlos.
