2 de julio de 2012
Eduardo Ruiz Vega
La Razón
Al momento que se publique esta colaboración, habrán transcurrido horas desde el cierre de las casillas a las que acudieron millones de mexicanos para ejercer su derecho al voto, en los procesos electorales federal, en toda la República y estatales en diversas entidades, incluyendo el Distrito Federal.
Con toda certeza, atendiendo a experiencias pasadas, a las herramientas de comunicación con que cuentan autoridades y sociedad, la difusión de los resultados preliminares que permitan advertir con un grado de certeza importante el resultado de este trascendente proceso, habrá ocurrido a través de los medios de comunicación tradicionales, así como de medios digitales basados en el Internet, incluyendo las versiones electrónicas de los medios impresos y las redes sociales de mayor uso como Twitter y Facebook.
El poder de las telecomunicaciones y su capacidad para facilitar e influir en procesos políticos y sociales de magnitud, como la elección federal para elegir al nuevo Presidente de la República y renovar por completo el Congreso de la Unión, se ha vuelto evidente como nunca durante las campañas electorales concluidas la semana pasada.
A lo largo de tres meses, los mexicanos hemos sido testigos de la convivencia de dos modelos de comunicación: el tradicional, basado en la concepción de la omnipresencia de la radio y la televisión y un nuevo modelo comunicacional, que aprovechó la existencia de nuevas formas de comunicación y participación social, basada en las posibilidades de transmisión de todo tipo de información a través del Internet.
La fase postelectoral comprobará el nuevo paradigma de los procesos electorales en nuestro país. Independientemente de cuál sea el resultado, la cobertura de los medios de comunicación tradicionales se verá complementada con el flujo de información, opiniones y posicionamientos que se difundan en páginas de Internet y redes sociales; en muchos casos, como ha sucedido en semanas recientes, la información difundida a través de los nuevos medios de comunicación, se convertirá en el referente obligado del contenido de la información de los medios tradicionales.
El proceso electoral del 2012 debiera constituirse en un caso de análisis obligado para evaluar la eficacia de las últimas reformas constitucionales en materia electoral. Este análisis debiera propiciar una reflexión, en torno a la pertinencia de continuar con un marco jurídico que ha convertido a las campañas electorales, en un bombardeo incesante de millones de espacios publicitarios de 20 o 30 segundos, conocidos como spots, en donde las frases cortas, en la mayoría de los casos vacías, sustituyen el debate de ideas y propuestas serias en el foro público.
En este orden de ideas, la capacidad de interlocución adquirida por la sociedad gracias a los medios alternativos de comunicación, no puede dejarse de lado en la reflexión. De no existir la convergencia tecnológica en redes y servicios, materializada por excelencia en el Internet y las redes sociales, movimientos como #YoSoy132, tal vez no se hubieran materializado, mucho menos se hubieran convertido en una fuerza social a nivel nacional, que logró mantener presencia durante semanas en el panorama electoral.
El nuevo paradigma electoral en México, obliga a la conciliación de un sistema de normas que miran al pasado, con las formas de comunicación propias de la era digital.