Eduardo Ruiz Vega
La Razón
Como de costumbre, la Semana de Radio y Televisión es una oportunidad para reunir a todos los agremiados de esta industria y mezclarlos con líderes de opinión y servidores públicos del más alto nivel. Todos los años, el cénit del evento se da en una tradicional comida con el Presidente de la República. Cada seis años, es decir el último año de cada sexenio, el cénit se comparte entre la comida con el Presidente en funciones y la comida con el que será su sucesor.
La Semana de Radio y Televisión es un espado de diálogo respetuoso y de negociación. Es un verdadero termómetro para entender el vigor y el desempeño de esta área económica con función social. Cuando un sexenio inicia, el tono que tiene la interacción de los radiodifusores con las autoridades del gobierno federal suele ser afable y aspiracional.
Conforme el devenir propio de cada administración va tomando su rumbo, las actitudes pueden cambiar. Este año, será interesante observar cómo despiden los radiodifusores al Presidente Calderón, creo que serán generosos con él.
No obstante lo anterior, me atrevo a avisorar que en el evento de esta semana habrá cierta rispidez. Tal vez no se dé a nivel de discursos, sería raro. Pero la tensión se sentirá en los pasillos del Centro Bancomer. ¿La razón? Simple: el tiempo acabó, y cómo es lógico, muchos pendientes subsisten. Por contrapartida, las autoridades trabajan a marcha forzada para realizar licitaciones de nuevas concesiones cuya viabilidad es de suyo cuestionada, tanto por lo que hace a la Televisión Digital Terrestre como a la radiodifusión sonora. Licitaciones, subrayo, que no corresponderá ejecutar a sus arquitectos.
En efecto, la política pública por excelencia de este sexenio para la Radio y la Televisión se ha tenido que centrar en debates estériles respecto a la autoridad competente para regular esta actividad (que es la Cofetel, de acuerdo con el Congreso de la Unión y la Suprema Corte de Justicia); la omisión para dotar al órgano regulador de su reglamento interno,- la idea de “apagar” las estaciones actuales que funcionan con tecnología analógica y pasar así, por decreto y no por realidad tecnológica, a la era de la televisión digital y, ahora, de gran colofón, la insistencia de los presidentes de la Cofetel y de la Cofeco para licitar frecuencias para un servido que, atendiendo a las cifras de penetración de la tecnología digital en la población reveladas recientemente, me atrevo a calificar como inexistente.
En un ejercicio básico de rendición de cuentas, lo hecho estos seis años palidece, por mucho, respecto de lo no hecho y lo que se ha destruido. Eso sí, ello no es responsabilidad del presidente Felipe Calderón, hay que decirlo. El caldo de cultivo lo cocinó ni más ni menos que el Gran Arquitecto y líder perpetuo de la Liga de la Pureza, el siempre legislador, don Javier Corral.
Veremos, entonces, cuál es el tono de esta semana con Calderón y presenciaremos la renovación de voluntades con la presentía del Presidente Electo, Enrique Peña Nieto.
Mensaje corto. Pena ajena merecen los linchamientos que continúan en la Cámara de Diputados. El acto de instalación de la Comisión de Radio y Televisión es un gran ejemplo. La Liga de la Pureza, ahora reforzada por el movimiento #132 (y me refiero al Frankestein en que se ha convertido, no al movimiento original), falta al respeto de las instituciones, de un recinto nacional, pero sobre todo de la inteligencia de los gobernados. Qué vergüenza…