La transformación del Internet en una red de redes multimedia, a través de la cual se transmiten y consumen contenidos que antes sólo se encontraban en los medios o redes tradicionales, como las radiodifundidas y las de televisión de paga, comienza a impactar a la industria mediática a lo largo y ancho del orbe.
Mucho es lo que se escribe en la actualidad sobre las plataformas de servicios que corren a través de esta infraestructura global, y sin fronteras, conocida como Over the Top u OTT. Los OTT, dentro de los cuales destaca el repositorio digital denominado Netflix, se han desarrollado durante más de 15 años y han crecido de la mano en el incremento del ancho de banda, que la tecnología de acceso y de transmisión, de los operadores de telecomunicaciones, han podido brindar a sus usuarios gracias a la inversión de cuantiosos recursos y al desarrollo tecnológico.
En la era convergente de redes y servicios que vivimos, el consumo de todo tipo de información, y sobre todo de contenidos audiovisuales con producción profesional, se enfrenta a grandes retos y oportunidades. La proliferación de “canales”, es decir, plataformas de distribución, está cambiando rápidamente el ecosistema de los servicios involucrados en tres ejes: producción, distribución y monetización.
Gracias a este nuevo caleidoscopio en que se ha convertido la industria de contenidos, el concepto de consumo individualizado cobra día a día mayor relevancia. No importa si se utiliza en la modalidad de video sobre demanda, de televisión en cualquier lugar o, inclusive, en forma lineal y en tiempo real, las opciones para el consumidor, gracias a la llegada de todo tipo de OTT, se empiezan a vislumbrar como infinitas. A pesar de lo anterior, y esto es vital, la existencia de estas opciones depende de la posibilidad de acceso a la banda ancha con velocidades reales que permitan una experiencia similar, si bien ubicua y atemporal, a la que durante décadas han brindado las redes tradicionales de radiodifusión y de televisión y audio restringido. Sin banda ancha no hay paraíso y sin infraestructura de acceso suficiente no hay banda ancha.
En los países más avanzados como los Estados Unidos de América, el fenómeno de los “corta cables” se está volviendo común. Muchos usuarios, televidentes o consumidores, como se les quiera llamar, han advertido la posibilidad de cambiar sus patrones de consumo de contenidos migrando por completo a los nuevos medios de distribución como las plataformas OTT.
Ante este fenómeno, la respuesta de las empresas productoras, que en muchos casos son también transmisoras, ha consistido en poner un pie dentro de este nuevo segmento de mercado, ya sea poniendo sus contenidos a disposición de las plataformas OTT más reconocidas (como son Netflix y Hulu); accesibles por Internet de forma gratuita; o bien, lanzando su propias plataformas OTT de manera complementaria a sus servicios principales o como un servicio separado.
Recientes encuestas y estudios, como el de la OCDE relativo a los sectores de telecomunicaciones y radiodifusión de nuestro país, confirman que el peso específico de los medios tradicionales aún es muy significativo. Lo cierto es, no obstante ello, que el mercado ha iniciado una profunda transformación y que para sobrevivir en este entorno será indispensable entender la necesidad de innovar.