Roberto García Requena/ Ovaciones
Desde hace varios años algunos colegas del sector telecomunicaciones, tanto del lado de la industria como son Javier Tejado (Televisa), Eduardo Ruiz Vega (Azteca), Jorge Arreóla (Telefónica), como desde la óptica del regulador, José Luis Peralta (ex comisionado), Gerardo Flores (ex Cofetel y actual senador), entre muchos otros, y un servidor, hemos dicho, en tono de broma pero con cierto tufo a realidad, que este sector está maldito.
Una de las acepciones de la Real Academia Española para definir maldito es: condenado y castigado por la justicia divina. No sé qué papel juegue la divinidad en este asunto, pero lo que sí es cierto es que desde la promulgación de la ley de telecomunicaciones en junio de 1995, con la consecuente creación de la Cofetel en 1996, en este sector no se ha podido gestar un modelo regulatorio que avance hacia tener servicios más modernos, de mejor calidad, y a precios más bajos. En 2006, con las reformas a la ley de telecomunicaciones, se enderezaron algunas deficiencias en el marco legal, como lo fue extinguir la doble ventanilla en la radiodifusión, entre otras cosas. Sin embargo, tampoco se obtuvieron los resultados esperados.
La ley de 95 y sus reformas de 2006, así como la Cofetel de 96 (hablo de la institución, no de sus integrantes), por lo menos conceptualmente, tendían a dar un marco normativo-institucional que ayudaría a consolidar un modelo regulatorio de vanguardia. En la práctica esto no sucedió. Si bien sí hubieron aciertos regulatorios que presumir en estos años, la verdad es que el saldo es negativo: los mercados continúan altamente concentrados, no hay condiciones de competencia, y por ende, los servicios al usuario final son malos y caros.
Recientemente -hace casi seis meses- vimos aprobar una reforma constitucional que, en un nuevo intento por regular al sector, creó al nuevo y todopoderoso órgano regulador constitucional y autónomo, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel), y ordenó publicar la ley reglamentaria a más tardar el 9 de diciembre. ¿Pues qué creen, estimados lectores? Que desafortunadamente la maldición ya volvió a caer. Si es que alguna vez se fue.
No habrá ley hasta quién sabe cuándo. Y el todopoderoso está confundido haciendo consultas públicas para poder interpretar el texto constitucional. Este entorno tiene consecuencias. Ahí están los datos duros de cómo se ha caído la inversión en este sector durante el año. A este paso, para 2014 podemos esperar todavía menos desarrollo de infraestructura y servicios de menor calidad (esto último ya es bastante difícil). En fin, que la maldición parece no terminar.
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